Importantes lecciones de fe que podemos aprender de los gestos de los niños
abr 13, 2023
Voces
Desde la cátedra [la silla del obispo en una catedral], a menudo encuentro motivos para sonreír cuando veo las travesuras que algún niño hace durante la misa. Hace poco, en una misa de exequias, mientras la madre estaba distraída con el pequeño que llevaba en brazos, su otro hijito se escapó de su lado y se dirigió directamente hacia el altar y si no hubiera sido por la rápida reacción de la madre que logró retenerlo, el pequeño habría subido las gradas. No tuve más que sonreír ante el drama que se estaba desplegando justo delante de toda la congregación. A menudo hay importantes lecciones de fe que se pueden aprender incluso en esos graciosos momentos imprevistos que solo los niños nos pueden brindar.
Al fin y al cabo, todos estamos llamados a acercarnos al altar del Señor, en el cual Él renueva diariamente su sacrificio sacramental y nos invita a venir a cenar con Él. Sin duda, a este niño le debe haber intrigado algo del santuario o simplemente quiso experimentar la nueva aventura de subir esas gradas. Pero ¿qué es lo que nos atrae a nosotros al altar del Señor? ¿La tradición, la costumbre, la obligación, el deseo de elevar una súplica por una necesidad a Cristo, que está siempre atento a la escucha? Durante estos días santos, que comienzan con la Pascua de Resurrección y se prolongan durante toda la temporada pascual, todos deberíamos dirigirnos hacia las gradas del altar que nos conducen a Cristo. Los católicos de Estados Unidos estamos participando ahora mismo en un programa de Renovación Eucarística, en el cual procuramos reconocer, redescubrir o intensificar nuestro amor a la Sagrada Eucaristía. En efecto, nuestra Iglesia nos invita al altar del Señor.
Otro incidente que significó para mí una importante lección de fe y al que luego dediqué un momento de reflexión ocurrió con otro niño pequeño cuya madre llevaba en brazos. En el momento de la Comunión, el pequeño estiró su manito para tomar una hostia del copón. Evidentemente, el gesto infantil no estaba marcado por un profundo anhelo espiritual ni por una aguda perspicacia. Los pequeños siempre quieren aquello que sus padres consumen como alimento, tanto la comida ordinaria como el alimento espiritual eucarístico. Los padres tienen el deber de recordar que cuando reciben la Eucaristía, y sus hijos son testigos de esa acción, les están impartiendo lecciones de gran significado.
Tal vez sea yo el único que observa de cerca acciones como éstas y las atesoro, porque me recuerdan —y ahora se las recuerdo a ustedes— que podemos aprender mucho de estos gestos infantiles que a veces son divertidos o incluso conmovedores. Los que celebramos la liturgia de la Iglesia vemos de vez en cuando cosas que otros no ven y que no pocas veces son motivos de reflexión y oración. Esta semana tan especial del año litúrgico nos ofrece variadas ocasiones para presenciar imágenes como las citadas. Pueden ser, por ejemplo, las lágrimas en los ojos de los nuevos católicos que entran en la Iglesia en la Vigilia Pascual, lo cual me recuerda siempre mi propio bautismo en 1959. Cada Vigilia Pascual que he tenido el privilegio de celebrar me transporta de nuevo a aquel momento que fue tan feliz y transformador para mí.
Los grandes gestos rituales que se realizan visiblemente en la celebración de la liturgia tienen el propósito de ser compartidos con todos los presentes, pero los silenciosos, los que no siguen ninguna guía escrita y que hasta pueden ser graciosos, son ocasiones para que aquellos que los presenciamos veamos el dedo de Dios actuando en medio de nosotros, incluso cuando el Señor utiliza a un pequeño para dar a conocer un elemento importante de nuestra fe. ¡Una feliz Pascua de Resurrección para todos ustedes!
