Sesenta años es un período muy largo, toda una vida para muchos. Sin embargo, el acontecimiento que tuvo lugar hace 60 años y que conmemoramos esta semana, la Marcha en Washington, trae consigo decenios de luchas, logros y exasperación. Las 250.000 personas que se congregaron frente al Monumento a Lincoln para escuchar y encontrar inspiración en las palabras del Dr. Martin Luther King, Jr., no quedaron decepcionadas por la altura de su retórica. Incontables veces en las últimas seis décadas se han citado diversos fragmentos de ese célebre discurso. Muchos consideran que esta es una de las alocuciones más históricas y elocuentes jamás pronunciadas por un destacado dirigente social estadounidense.
Si bien el discurso mismo es en sí emblemático, muchos de los desafíos que planteaba aún no han visto su pleno cumplimiento. En este país hemos logrado avances notables en el plano de la justicia social y hay personas de color que desde entonces han alcanzado posiciones de autoridad que eran inimaginables en 1963. Sin embargo, todavía son demasiados los estadounidenses que esperan que aquel sueño al que se refería el Dr. King se haga realidad. Aún sigue siendo excesivo el número de personas de esta gran nación que no se sienten cómodas unas con otras por motivos de raza, clase económica, religión, afiliación política, idioma u orientación sexual.
Algunos alegarán que los numerosos avances conseguidos en estos 60 años deberían haber satisfecho las aspiraciones del Dr. King. Pero su sueño nunca se circunscribió a lo que unos pocos pudieran lograr; su aspiración era más bien que todos los estadounidenses pudieran emanciparse del miedo, la pobreza, el odio, la violencia y la intimidación. Y es de claridad meridiana que aún no hemos llegado a ese punto. Es lamentable que cada día los noticieros y las redes sociales confirman lo muchísimo que aún nos queda por recorrer para hacer realidad ese sueño.
Quienes viven hoy en día y estuvieron presentes en el Lincoln Memorial en 1963 tienen importantes historias que contar, no solo como testigos de la historia, sino rememorando el entusiasmo y la esperanza que marcaron aquel maravilloso acontecimiento, y deberíamos escucharlos y sentirnos animados con sus voces. Los jóvenes de hoy, de manera especial, necesitan reavivar la llama de la esperanza que fue encendida durante la Marcha sobre Washington en 1963. A ellos les corresponderá trabajar ahora para conseguir lo que aún no se ha completado de las palabras del Dr. King.
Gran parte de la oratoria del Dr. King estuvo dirigida a los jóvenes y a ellos se refería. Su elocuencia dialéctica pintó una imagen estupenda de nuestra nación, citando lugares y monumentos que cautivaron la imaginación de sus oyentes. Por mi parte, he tenido la bendición de haber vivido en varios de los lugares mencionados en su discurso y de haber visto destellos del cumplimiento de su sueño. No obstante, para demasiada gente, la visión que tenía el Dr. King de los Estados Unidos sigue siendo un “sueño diferido” [Poema Harlem de Langston Hughes].
No obstante, yo sé, como toda persona honesta, que hasta ahora no hemos alcanzado la victoria final de la promesa de nuestra nación. Aun así, no podemos perder la esperanza al ver que todavía no se haya logrado todo. Los grandes hombres y mujeres de todas las razas, culturas y credos que estuvieron presentes ante el Monumento a Lincoln hace 60 años merecen nuestra lealtad a los principios que los inspiraron, y que nos pueden y deben inspirar a nosotros también. ¡Su sueño permanece vivo!