El 26 de junio se celebró el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1987. El tema de este año es “La evidencia es clara: debemos invertir en prevención”.
San Juan Pablo II afirmó que «el uso indebido de drogas empobrece a todas las comunidades en las que se produce. Disminuye la fuerza humana y la fibra moral. Mina los valores estimados. Destruye la voluntad de vivir y de contribuir a una sociedad mejor». [1] Esto es lo que hacen el uso indebido y el consumo de drogas. Pero recordemos, al mismo tiempo, que cada tóxico-dependiente «trae consigo una historia personal distinta, que debe ser escuchada, comprendida, amada y, en lo posible, sanada y purificada [...] Siguen teniendo, y más que nunca, una dignidad en cuanto personas que son hijos de Dios». [2] Todos tienen una dignidad.
Sin embargo, no podemos ignorar las malvadas intenciones y acciones de los vendedores y traficantes de drogas. ¡Son unos asesinos! El papa Benedicto XVI utilizó palabras severas durante una visita a una comunidad terapéutica: «Digo a los que comercian con la droga que piensen en el mal que están provocando a una multitud de jóvenes y de adultos de todas las clases sociales: Dios les pedirá cuentas de lo que han hecho. No se puede pisotear de esta manera la dignidad humana». [3] Y la droga pisotea la dignidad humana.
Una reducción de la dependencia de las drogas no se consigue liberalizando su consumo –esto es una fantasía–, como se ha propuesto, o ya se ha aplicado, en algunos países. Se liberaliza, y se consume más. Después de haber conocido tantas historias trágicas de tóxico-dependientes y de sus familias, estoy convencido de que es un deber moral acabar con la producción y el tráfico de estas peligrosas sustancias. ¡Cuántos traficantes de muerte hay –porque los traficantes de drogas son traficantes de muerte–, impulsados por la lógica del poder y del dinero a toda costa! Y esta plaga, que produce violencia y siembra sufrimiento y muerte, exige un acto de valentía por parte de toda la sociedad.
La producción y el tráfico de drogas también tienen un impacto destructivo en nuestra casa común. Por ejemplo, esto se ha hecho cada vez más evidente en la cuenca amazónica.
Otra vía prioritaria para contrarrestar el abuso y el tráfico de drogas es la prevención, que se hace promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida personal y comunitaria, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro.
En mis viajes a diversas diócesis y países, pude visitar varias comunidades de recuperación inspiradas por el Evangelio. Son un testimonio fuerte y lleno de esperanza del compromiso de sacerdotes, consagrados y laicos para poner en práctica la parábola del Buen Samaritano. Del mismo modo, me reconfortan los esfuerzos emprendidos por varias Conferencias Episcopales para promover una legislación y unas políticas justas por lo que se refiere al tratamiento de las personas drogodependientes y a la prevención para frenar este flagelo.
A título de ejemplo, destaco la red de la Pastoral Latinoamericana de Acompañamiento y Prevención de Adicciones (PLAPA). El estatuto de esta red reconoce que “la dependencia del alcohol, de las sustancias psicoactivas y otras formas de adicción –pornografía, nuevas tecnologías, etc. – (…) constituye un problema que nos afecta indistintamente, con independencia de la diversidad de geografías y contextos sociales, culturales, religiosos o etarios. A pesar de las diferencias, ... queremos organizarnos como red: compartir las experiencias, el entusiasmo y las dificultades». [4]
Menciono, además, a los obispos de África Austral, que en noviembre de 2023 convocaron una reunión sobre el tema “Capacitar a los jóvenes como agentes de paz y esperanza”. Los representantes de los jóvenes presentes en el encuentro reconocieron dicha asamblea como una «piedra miliar significativa orientada hacia una juventud sana y activa en toda la región». También prometieron: «Aceptamos el papel de embajadores y defensores de la lucha contra el consumo de drogas. Pedimos a todos los jóvenes que sean siempre empáticos los unos con los otros». [5]
Queridos hermanos y hermanas, ante la trágica situación de toxicodependencia de millones de personas en todo el mundo, ante el escándalo de la producción y el tráfico ilícitos de estas drogas, «no podemos ser indiferentes. El Señor Jesús se ha detenido, se ha acercado, ha curado las llagas. Siguiendo el estilo de su proximidad, también nosotros estamos llamados a actuar, a detenernos ante las situaciones de fragilidad y dolor, a saber escuchar el grito de la soledad y la angustia, a inclinarnos para levantar y traer de vuelta a una vida nueva a quienes caen en la esclavitud de la droga». [6] Y recemos por los criminales que proporcionan drogas a los jóvenes: ¡son criminales, son asesinos! Recemos por su conversión.
En el Día Mundial contra la Droga, como cristianos y comunidades eclesiales, renovemos nuestro compromiso de oración y trabajo contra la droga. ¡Gracias!
(1) “ Messaggio ai partecipanti alla Conferenza Internazionale di Vienna sull’abuso e il traffico illecito della droga” (Mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional de Viena sobre el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas - 4 de junio de 1987).
(2) Discurso a los participantes en el encuentro promovido por la Pontificia Academia de las Ciencias: “Narcóticos: Problemas y soluciones de esta cuestión mundial” (24 de noviembre de 2016).
(3) Discurso a la comunidad “Fazenda da Esperança”, Brasil, 12 de mayo de 2007.
(4) https://adn.celam.org/wp-conte....
(5) https://imbisa.africa/2023/11/...
(6) Mensaje a los participantes en el 60º Congreso Internacional de Toxicólogos Forenses (26 de agosto de 2023).