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Asimilación y éxito migratorio

Familias migrantes son procesadas en la Estación Central de Autobuses antes de ser trasladadas a Caridades Católicas en Mcallen, Texas, el 26 de junio de 2018. Foto EFE/LARRY W. SMITH

Estados Unidos continúa siendo el principal destino de los inmigrantes, porque ofrece muchas libertades sociales y oportunidades económicas, beneficios que van en ambos sentidos, tanto para migrantes como para el país. En EEUU, los inmigrantes tienen un 80 por ciento más de probabilidades de iniciar un negocio que una persona nacida aquí. Según datos económicos, los trabajadores inmigrantes de STEM fueron responsables de entre el 30 y el 50 por ciento del crecimiento de la productividad agregada entre 1990 y 2010. En otras palabras, de acuerdo con esas cifras de productividad, los inmigrantes están muy por encima de su ‘peso’ real. El problema está en que hay mucha más gente que quiere venir a EEUU de la que quiere el país. Alguien que vive acá tiene casi cuatro veces más probabilidades que el promedio mundial de haber abandonado su país de origen. Países como Canadá, Alemania, Australia y Arabia Saudita tienen un mayor porcentaje de inmigrantes que EEUU; sin embargo, en números absolutos, Estados Unidos es el destino número uno de lejos: cerca de 50 millones que viven en Estados Unidos nacieron en otros lugares.

Estados Unidos: una “nación de inmigrantes”. ¿Qué significa eso y cuáles son sus costos y beneficios? Un diálogo sostenido -en la serie de Radio Freakonomics- entre Stephen J. Dubne y Zeke Hernández dan luces a algunas de esas interrogantes. Hernández narra que sus padres crecieron muy pobres en un pequeño pueblo de Uruguay y sus abuelos también pobres vivieron de lo que podían cultivar en la tierra. La madre de Zeke para continuar sus estudios tuvo que convencer a sus padres que la dejaran mudarse sola a los 12 años a la ciudad más cercana porque no había escuela secundaria alrededor. Los padres de Zeke eran maestros que ganaban muy poco, pero la vida de la familia cambió cuando su padre consiguió un trabajo de oficina para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que le permitió ir a la escuela nocturna para obtener un título universitario, así surgió la gran oportunidad de ir a una asignación a Costa Rica, cuya única ventaja era que el trabajo pagaba una escuela privada, donde la enseñanza se impartía en inglés. Lo que cambio totalmente la vida de Zeke, quien afirma que si su padre no hubiera aceptado ese trabajo todavía seguiría en el Uruguay. Hernández, casado con una norteamericana, es profesor de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania y ha escrito su primer libro, The Truth About Immigration, que se publicará en junio.

Las historias de inmigración tienen denominadores comunes universales en la experiencia humana. A lo largo de la historia, las personas han migrado y se ha asentado en diferentes lugares del mundo por diversas razones. En esa migración encontramos desafíos paralelos a la experiencia actual y a la antigüedad. Una de ellas es que siempre hay un equilibrio entre la asimilación y la preservación, equilibrio que a menudo puede estar influenciado por el éxito económico y el deseo de un futuro mejor para los hijos: “Nuestros hijos van a aprender bien el inglés, tener éxito en la escuela e ir a la universidad y se van a asimilar”. Una estrategia deliberada -en el mundo antiguo y en la actualidad-, donde la prosperidad económica va de la mano con la asimilación. Pruebas al canto, la tasa de éxito de los hijos de inmigrantes de hoy comparada con la de los hijos de inmigrantes en el pasado es casi idéntica, un motivo de orgullo por el modo cómo las familias inmigrantes se están incorporando y asimilando a la economía de Estados Unidos, y cuya explicación residiría en la resiliencia de su fe: el inmigrante reporta una asistencia más regular a la iglesia, lo que le ayuda a construir un capital social fuerte, comunidades fuertes, que tiene un efecto positivo en los niños.



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