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Vida y ministerio de San Pablo VI

Cuando Giovanni Battista Montini fue elegido como el papa Pablo VI en 1963, no fue una verdadera sorpresa para la Iglesia o el mundo. Por cerca de cuatro décadas, casi desde el momento en que fue ordenado sacerdote en 1920, él desempeñó un papel importante en la vida de la Iglesia Católica.

Apenas dos años después de su ordenación, el padre Montini fue seleccionado para servir en la Secretaría de Estado de la Santa Sede, donde se convirtió en un ayudante cercano del cardenal secretario Eugenio Pacelli, quien luego fue elegido como el papa Pío XII. Fue nombrado Sostituto (subsecretario) para Asuntos Ordinarios en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, y fue en esta capacidad que el entonces monseñor Montini fue encargado de organizar y dirigir los masivos esfuerzos de socorro de la Santa Sede durante ese tiempo de gran miseria y sufrimiento.

Como parte de este esfuerzo, monseñor Montini contribuyó a esconder y proporcionar asilo a miles de judíos, cientos de soldados aliados que habían escapado de los campos de prisioneros nazis, y muchos otros en riesgo de persecución y exterminio. Más de 180 edificios de iglesias, conventos, seminarios, monasterios y otros lugares, incluyendo la villa papal en Castelgandolfo y el Vaticano mismo, fueron alistados para proporcionar estos santuarios secretos.

Utilizando una red mundial de nunciaturas apostólicas, delegaciones y otros contactos, monseñor Montini estableció además una oficina que obtuvo y transmitió información sobre prisioneros de guerra, internos, soldados heridos, refugiados y otras personas desplazadas en todos los frentes. La oficina de información respondió a más de diez millones de consultas de familias preocupadas y otros, y Radio Vaticano transmitió esta noticia muchas veces al día en varios idiomas.

Durante el período de posguerra, cuando poblaciones enteras que habían perdido a sus seres queridos y sus hogares comenzaron la ardua labor de la reconstrucción, monseñor Montini ayudó a crear una misión de ayuda caritativa, la Pontificia Commissione di Assistenza, y supervisó otros programas para localizar a las familias desplazadas y llevar comida, ropa y medicinas a las víctimas de la guerra, y trabajó para promover el intercambio de prisioneros de guerra enfermos y heridos.

"Existimos para los demás, no para nosotros mismos", dijo en ese momento, "y lo que poseemos no es para nosotros, sino para ellos". Este mismo espíritu de misericordia y cuidado pastoral caracterizó su ministerio cuando fue designado para pastorear la prestigiosa Arquidiócesis de Milán en 1954. Entendiendo que darse a sí mismo y cuidar de los demás es clave para la renovación social y el verdadero desarrollo humano, el arzobispo Montini predicó: “La caridad puede dar a luz a un mundo moderno. Si aún no ha aparecido, es porque todavía no hemos aplicado la ley eterna del Evangelio".

En los años previos al Concilio Vaticano II y al cónclave que lo elegiría Papa, el entonces cardenal Montini realizó varios viajes internacionales, incluida una visita a Washington, DC. Continuó esta práctica como pontífice, ganándole el título del primer "Papa peregrino", después de tomar el nombre del gran apóstol misionero Pablo. Su presencia pastoral en estos viajes no solo inspiró a los que él encontró, sino que le permitió acercarse a la gran diversidad del mundo.

San Juan Pablo II, quien tomó parte de su propio nombre papal de su predecesor pastoral, dijo de Pablo VI: “Pocos han sabido, como él, cómo interpretar las ansiedades, deseos, esfuerzos y aspiraciones de los hombres de nuestro siglo. Deseaba caminar a su lado; para ello, se hizo un peregrino en sus caminos, reuniéndose con ellos donde vivían y luchó por construir un mundo de mayor atención y respeto para la dignidad de todo ser humano".

El papa Pablo dedicó su papado y su magisterio a completar el Concilio e implementar sus enseñanzas, y gran parte de su esfuerzo puede verse reflejado en los ministerios del papa Francisco y los papas Benedicto XVI y Juan Pablo II. "Para mí, Evangelii Nuntiandi sigue siendo un documento que nunca se ha superado", dijo el papa Francisco. En esa exhortación apostólica el papa Pablo llamó a "un nuevo período de evangelización" para difundir el Evangelio y, a través de su influencia, renovar a la humanidad.

Sin embargo, a pesar de su mensaje de amor, al igual que su tocayo, el papa Pablo sería "derramado como una libación" (cf. 2 Timoteo 4,6-7). Si bien tuvo popularidad en algunos momentos, golpeado por muchas tormentas culturales durante un período de agitación social, también experimentó la pesada carga de sufrir grandes críticas personales injustas. Su encíclica Humanae Vitae de 1968, que habla sobre todo de la plenitud de amor que debe caracterizar la vida conyugal, fue recibida con severos ataques y disensión.

Muchos han caracterizado este duro trato al papa Pablo como una especie de martirio, pero a pesar de todo, se mantuvo firme en la fe y en la guía de la Iglesia. Ahora canonizado un santo, su legado de gran amor por Dios y profunda compasión por todas las personas perdura en toda la Iglesia.

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