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Si los titulares le desaniman, recuerde esto

Debemos aprender dos cosas en la vida. Primero, que Dios existe. Y segundo, que no es ninguno de nosotros. Foto/CNS

Desde que tengo memoria, cada día lo comienzo de la misma manera. Rezo y luego leo el periódico de la mañana. 

Cuando voy manejando, mi rutina también ha sido siempre la misma. Procuro ponerme en contacto con el Señor haciendo un tiempo de oración; luego escucho las noticias para enterarme de lo que ocurre en el mundo.

Pero tengo que decir que ahora leer y escuchar las noticias se ha vuelto más difícil con todo lo que está sucediendo.

Pienso en la pobre gente de Haití, que ha sufrido los efectos de un terremoto, de inundaciones y el asesinato de su presidente. Pienso en la gente de Afganistán, incluso en nuestros soldados, así como en los afganos que solo quieren lo mismo que nosotros: vivir en libertad y sin miedo. 

Nosotros también hemos tenido tragedias medioambientales, como los incendios en el oeste, los huracanes en el sur y las horribles inundaciones aquí en nuestra zona y en gran parte del noreste. 

Me preocupan mucho los tiroteos que parecen ocurrir cada vez más en lugares cercanos. Es difícil oír y leer sobre jóvenes de 16 años que deciden balear a sus compañeros de clase, o sobre jóvenes de 15 años que son acusados de asesinato en primer grado.

Durante la mayor parte de mi vida, me he preocupado menos por nuestro mundo; pero, a decir verdad, ahora sí me causan inquietud algunas cosas que están sucediendo en este momento. La serie de noticias puede ser devastadora y me preocupa ver hacia dónde vamos y cómo podemos hacer mejor lo que el Señor quiere que hagamos. 

Hace poco tuve una conversación con unos amigos en la que hablamos de muchas de estas cosas que están pasando y de que al parecer nuestro mundo está en problemas. Escuché por un rato y finalmente señalé al cielo y dije: "No nos olvidemos de quién es el que maneja el timón."

Es algo que yo mismo me esfuerzo por recordar estos días. Creo que ese es el punto de partida correcto para reflexionar sobre el mundo y sobre la situación que ahora nos toca vivir. Y cuando empezamos por ahí, vemos que, en medio de las malas noticias, hay algunas que son buenas, ¡noticias excelentes en realidad!

Dios es quien dirige todo. Dios vela por nosotros y nos tiene realmente grabados en la palma de su mano, aunque no siempre lo recordemos. 

Hay una frasecita que he escuchado y de la que siempre me acuerdo: Debemos aprender dos cosas en la vida. Primero, que Dios existe. Y segundo, que no es ninguno de nosotros.

 Creo que casi nadie tiene problemas con la primera. Hay unos ocho mil millones de habitantes en el mundo, y unos mil millones son ateos, o sea que la mayoría creemos que Dios existe. 

La segunda es más problemática. Si somos sinceros, a menudo no dejamos que Dios actúe libremente, porque en gran parte tratamos de decidir todo como si lo fuéramos nosotros. Damos prioridad e importancia a nuestras propias necesidades antes que a las de aquellos que tenemos cerca. Es una tendencia humana natural, pero corremos el riesgo de olvidarnos de Dios, de que él nos creó, que tiene un plan para nosotros y quiere que vivamos del modo que él ha dispuesto.

Ya hemos retomado el ritmo del trabajo y de la escuela después del paso más pausado del verano. Por eso, en medio del ajetreo, recordemos que los problemas del mundo son reales y elevémoslos a Dios en oración. Rece por los necesitados; comparta con alguien sus propias preocupaciones, ansiedades e inquietudes. Es cierto que Dios escucha con atención y actúa en nosotros, aunque tengamos que ser pacientes. 

Al mismo tiempo, pensemos si hay algo que podamos hacer personalmente. Muchas personas han dado un dado paso muy importante para ayudar a los que sufren en Haití y Afganistán. Otros están trabajando para ayudarnos a ser buenos administradores de los dones medioambientales que Dios nos ha concedido, como aire puro, agua dulce y tierra en abundancia. Otros están pensando en qué pueden hacer para fomentar el bien con mayor fuerza en nuestras comunidades cuando estalla la violencia. Y hay mucho más.

En respuesta a estas inquietudes, podemos ser como María y Marta. Recordemos a María que permanecía a los pies del Señor en oración, y a Marta, para que hagamos también lo que podamos para mejorar la vida de nuestros semejantes.

De modo que debemos perseverar y no desanimarnos. Sabemos que Dios existe y que es bondadoso y lleno de amor. Además, sabemos que él es el patrón.

* La siguiente es una columna de "Fe en Acción" de monseñor John Enzler, presidente y director ejecutivo de Caridades Católicas de la Arquidiócesis Católica Romana de Washington.

 

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