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Reflexiones sobre la marcha

Por  más de dos décadas, la Arquidiócesis de Washington ha patrocinado la Marcha de la Juventud y la Misa por la Vida, en la mañana de la Marcha por la Vida. Una legión de jóvenes del área y de todo el país volverán a reunirse este año, el 19 de enero, para llenar el estadio Capital One Arena y testificar con entusiasmo sobre el Evangelio de la vida.

Cada vez que lo hacemos, me siento fortalecido por el compromiso y el testimonio de esta generación más joven que habla por la dignidad           inherente, la santidad y la inviolabilidad de toda   vida humana en eventos como este, en su vida coti-diana y a través de las redes sociales con mensajes como #iStand4Life y #LoveSavesLives. Ellos son un signo de la vitalidad de la fe y la esperanza para el  futuro.

Existe claramente una necesidad de que los jóvenes pro-vida y las personas de todas las edades trabajen por una cultura de la vida. En gran parte de nuestra sociedad, el respeto por la vida y la dignidad humana se ve disminuido o totalmente ausente debido a un nuevo orden que afirma que si una vida aún no ha nacido o se considera inconveniente o indigna, no solo puede ser terminada, sino que es bueno hacerlo.

El verano pasado, por ejemplo, los titulares reportaron sin aliento como un avance positivo que "el síndrome de Down está desapareciendo" en Islandia. De hecho, no es esta condición cromosómica, sino niños en el útero los que están siendo erradicados. No es muy diferente en nuestro propio país. Hoy en día, generaciones de estadounidenses nunca han conocido un mundo donde la vida humana esté legalmente protegida desde su inicio hasta su final natural. Mientras tanto, 45 años de aborto por demanda han llevado a un estimado de 60 millones de vidas humanas inocentes asesinadas solo en Estados Unidos, innumerables mujeres heridas y sufrientes, y una cultura donde el derecho fundamental a la vida de los marginados depende de la voluntad de aquellos que tienen poder.

Si bien la cultura busca justificar todo esto como una cuestión de "elección personal", se están reali-zando esfuerzos para exigir que todos paguemos por ello con nuestros dólares de impuestos e incluso forzar a las instituciones católicas de atención de salud a realizar abortos.

El aborto y otras amenazas a la vida humana siguen siendo los problemas definitorios e inevitables de nuestro tiempo. Estamos hablando de vidas humanas reales y la pérdida de cada una es una tragedia alarmante. Sin embargo, en lugar de la tentación a desesperarnos, nuestra determinación permanece firme, nuestra obligación concreta. Vidas dependen de nosotros. En respuesta, cada vez más jóvenes se están involucrando, avanzando audazmente para decir: "Ahora es nuestro turno. Le decimos 'sí' a Dios. Le decimos 'sí' a la vida".

Cada vida humana es una obra maestra, maravi-llosamente hecha a imagen y semejanza de Dios. Es por eso que oramos y marchamos, para que los más vulnerables entre nosotros no sean ignorados, invisibles a las conciencias de las personas y víctimas de lo que el Papa Francisco llama la "cultura de usar y tirar". Alzamos nuestras voces para despertar a la  sociedad a la vacuidad de decirle a la gente que el aborto o el suicidio son la respuesta a sus problemas. En vez de eso, ofrecemos apoyo amoroso, compa-sión, sanación espiritual y asistencia práctica en programas como Santuarios para la Vida, la Red Gabriel, la Promesa de Isaías y el Proyecto Raquel.

En el desafío de hacer de la cultura de la vida una realidad, nuestra fe nos da esperanza y fortaleza. Tenemos la seguridad en Cristo resucitado de que la muerte será derrotada y que todas las cosas se  renovarán (Apocalipsis 21, 5). El papa Francisco atestigua: "Con María, avanzamos con confianza hacia el cumplimiento de esta promesa" (La Alegría del Evangelio, 288).

Mirando hacia atrás en la historia, ya podemos ver cómo, a través de la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, la cultura de la vida triunfó sobre la cultura de la muerte que existía en el brutal imperio azteca, que practicaba ampliamente el sacrificio humano y la esclavitud. En consecuencia, desde el principio, ella ha sido la patrona de los niños por nacer y el esfuerzo pro vida, y para la Marcha de la Juventud de este año, habrá una actuación especial de bailarines indígenas en torno a su imagen.

En medio de los desafíos de hoy, podemos escu-char a la Santísima Virgen de Guadalupe decirnos lo mismo que le dijo a San Juan Diego: "No te angus-ties. ¿No estoy aquí contigo, yo que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y protección?

Así como los corazones y la historia fueron cam-biados entonces, los corazones están siendo cambiados hoy. Vidas están siendo salvadas. La cantidad reportada de abortos anuales ha disminuido consi-derablemente desde un máximo de más de 1.5 mi-llones por año a menos de un millón. Ese número todavía es trágicamente demasiado alto, pero los individuos y la cultura como un todo se están moviendo para  reconocer la verdad y la dignidad y el valor inherente de la vida en el útero.

Una persona a la vez, una vida a la vez, estamos haciendo la diferencia. Inspirados por los jóvenes, a través de nuestros propios esfuerzos y con el poder del Espíritu Santo obrando en nosotros, la muerte  no tendrá la última palabra. Al final, la verdad, la bondad, la vida y el amor ganarán.

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