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Honor al maestro

Cuando hablamos de educación solemos enfatizar en las posibilidades de nuestros niños y jóvenes con respecto a su futuro profesional, e insistimos en la imperativa necesidad de que los padres se involucren en las actividades curriculares de sus vástagos, mas igual de importante es la labor de los maestros que se esfuerzan por entender mejor nuestra cultura y por su encomiable dedicación a sus alumnos. El éxito educativo, un ‘poliedro’ con muchas caras, comienza a gestarse en una buena comunicación, en una real empatía con los alumnos que se traduce en una genuina motivación en el aprendizaje, donde los profesores tienen la mayúscula responsabilidad de motivar a los chicos a educarse para hacer realidad sus más caros anhelos y poder alcanzar -para muchos- lo que sus padres no pudieron coronar con éxito. La educación es un tema preocupante porque somos conscientes de que es la piedra angular del desarrollo integral de la persona, de la comunidad y del país en general. Sin una población educada poco o nada podremos hacer para responder con éxito a los retos que nos plantea un mundo globalizado y cada vez más competitivo. Por eso, la educación de nuestros jóvenes es un tema no solo de competitividad y desarrollo, sino también de seguridad nacional.

Una digresión. Hagamos una pausa y pensemos en las oportunidades que tendrían nuestros jóvenes inmigrantes si tuvieran acceso a la misma oportunidad educativa que tienen sus pares. Ellos, como todos, solo desean, valga la redundancia, la oportunidad de ser capaces de vivir el sueño que todo joven tiene: el de acceder a la educación y ser un hombre de bien. Claro esta, pues, que la educación y las oportunidades son el sello y cara de una misma moneda. A un nivel local, un guiño de las cosas que afectan y marcan el derrotero de nuestras familias.

La disciplina de poner atención en el tema educativo permite sopesar nuestras obligaciones y reconocer la encomiable labor de los maestros, artífices fundamentales de que los alumnos estudien con ahínco y se mantengan en las aulas. Ellos son también paradigmas para los estudiantes en el esfuerzo sin tregua por obtener la excelencia en los estudios y, sobre todo, perseverar frente los obstáculos. Por esa entrega enteriza, once maestros de los colegios de la Arquidiócesis de Washington fueron distinguidos con el premio 'Golden Apple 2019', un reconocimiento a los docentes por brindar calidad académica y por su labor formativa. Amén de educar a nuestros chicos, les encaminan a escribir su propio destino, a construir su propio futuro. Los jóvenes -hechos para el heroísmo- solo necesitan el espaldarazo, el apoyo de un buen consejo, que les permita construir una andadura firme en su desarrollo, dar lo mejor de sus talentos, hacer todo lo que esté a su alcance para cumplir con sus objetivos, sentar presencia en la escuela, prestar atención a sus maestros y escuchar a sus padres. Los jóvenes que tienen la oportunidad de educarse, gracias al sacrificio de sus padres y la entrega de sus maestros, no deben olvidar el tácito compromiso que lo recibido con esmero y generosidad, lo den también en esa misma magnitud. Es vital, además, que aprendamos a navegar e indagar sobre las oportunidades educativas que ofrece el sistema, en el claro entendido de que la educación es una de las vías más seguras para salir del círculo de la pobreza.

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