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Es hora de acabar con este flagelo del que nadie habla

Caridades Católicas lleva muchos años esforzándose por ayudar a reducir la violencia doméstica y socorrer a las víctimas, y para lo cual trabajancon las parroquias para difundir el mensaje y proveer recursos de ayuda. Foto/Archivo

La próxima vez que estés en la iglesia, en la tienda, en un evento deportivo o en cualquier otro lugar donde haya gente, mira a tu alrededor y ten presente que, estadísticamente, una de cada cuatro mujeres que veas será víctima de violencia doméstica en algún momento de su vida.

Conozco esta estadística desde hace tiempo y me sigue pareciendo terrible. Cuando hablo en eventos o celebro la Misa y observo a los asistentes, me causa gran dolor pensar en cuántas de esas personas sufren abusos. 

La violencia doméstica es una desgracia en nuestro país y en nuestra Iglesia. Es difícil hablar de esta realidad y las víctimas no se atreven a expresar lo que padecen ni a buscar ayuda, por lo que creo que no comprendemos del todo la magnitud y la gravedad de este problema. 

He aquí otra estadística impactante: Durante el período de la guerra de Vietnam, las mujeres asesinadas por sus cónyuges o convivientes fueron tantas como los soldados que murieron en combate, es decir, entre 53.000 y 57.000. Yo viví la guerra de Vietnam, y ahora podemos mirar atrás y ver lo que fue. Afortunadamente, esa guerra terminó; pero la guerra invisible que se libra en nuestros propios vecindarios, y en algunos casos en nuestros propios hogares, continúa hasta el día de hoy.

Lamentablemente, la crisis se ha agravado durante la pandemia. Los últimos 18 meses han sido difíciles, y más víctimas sufrieron abusos producto de un mayor estrés, ya que muchos perdieron el empleo, aumentó el consumo de alcohol y drogas, y el mundo se nos redujo a los confines del hogar. 

Caridades Católicas lleva muchos años esforzándose por ayudar a reducir la violencia doméstica y socorrer a las víctimas, y para lo cual trabajamos con las parroquias para difundir el mensaje y proveer recursos de ayuda. Tenemos un comité consultivo de sacerdotes que también contribuye a correr la voz y ayudar a quienes sufren violencia doméstica no lejos de nuestras puertas a enfrentarlo y denunciarlo.

No obstante, pese a toda esta labor, nuestra familia de Caridades Católicas se vio devastada por una tragedia que afectó a una compañera nuestra. Dilcia Rodríguez comenzó como recepcionista en nuestra oficina principal, y luego pasó a trabajar en uno de los mayores albergues para hombres que tenemos en el campus de Santa Isabel. Trabajó con las personas en situación de calle y las defendía. Era muy agradable, le gustaba reír y nuestros clientes, como también sus compañeros de trabajo, la querían. Todo el mundo la quería.

Pero no sabíamos que su marido la maltrataba. Tenía cuatro hijos y no quería dejarlo, porque le preocupaba la seguridad y el cuidado de ellos. El caso es que un día le confió su situación a una amiga y decidió que tenía que irse. Tras decírselo a su marido, éste la mató de un disparo en su apartamento mientras sus hijos dormían cerca. A él lo encontraron al día siguiente en el condado de Prince George’s, donde se había suicidado. 

La violencia doméstica utiliza cualquier tipo de comportamiento para controlar a la pareja mediante el miedo y la intimidación. Incluye el abuso físico, sexual, psicológico, verbal y económico. Suele darse entre cónyuges o entre personas que viven en el mismo hogar, aunque no siempre. También nos enteramos de historias trágicas de adolescentes que se suicidan porque sufren intimidación. Eso es abuso. Otro tema del que no se habla lo suficiente son las violaciones que ocurren en una cita, sobre todo entre adolescentes y universitarios. Esto es real y también es un abuso.

Aunque las víctimas suelen ser las mujeres, hay hombres que también sufren abusos. Tal vez les resulte más incómodo reconocerlo, pero al hablar con ellos, uno percibe que su dolor no es diferente al de una mujer y que también intenta sobrevivir en las difíciles circunstancias de la violencia.

Quiero tener la seguridad de que todos conozcan bien la enseñanza de la Iglesia sobre el abuso y el matrimonio. Hay algunos sacerdotes y otras personas que les dicen a las víctimas que no deben separarse de un cónyuge abusivo debido a sus votos matrimoniales. Esto no es cierto. En su declaración de 2002, denominada When I Call for Help (Cuando pido ayuda), que actualizaba su declaración original sobre la violencia doméstica emitida hace 20 años, la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos expresó: 

Finalmente, enfatizamos que no se debe esperar que ninguna persona se quede en un matrimonio abusivo. Algunas mujeres maltratadas creen que la enseñanza de la Iglesia sobre la permanencia del matrimonio les exige quedarse en una relación abusiva. Pueden dudar en buscar una separación o divorcio. Pueden temer que no puedan volver a casarse en la Iglesia. La violencia y el abuso, no el divorcio, rompen un matrimonio.  (https://www.usccb.org/es/node/51670/cuando-pido-ayuda-una-respuesta-pastoral-la-violencia-domestica-contra-la-mujer

Octubre es el Mes del Respeto a la Vida en la Iglesia Católica, y tenemos que considerar muchos asuntos serios sobre la vida: aborto, eutanasia, pena capital, tratamiento de personas que tienen diferencias de desarrollo y más. Por favor, incluya la violencia doméstica en su lista de intenciones para su oración personal. 

Si usted o una persona conocida sufre alguna forma de abuso, sepa que hay ayuda disponible. Puede llamar a la Línea Nacional de Abuso de Violencia Doméstica al 1-800-799-7233. Caridades Católicas coloca anuncios en las iglesias con este número telefónico y recibimos la impactante cifra de 21.000 llamadas al día, es decir, 15 llamadas por minuto. También hay grupos de apoyo para las víctimas y sus familias, y de ayuda para los perpetradores de la violencia. Para más información acerca de la violencia doméstica, visite nuestro sitio web: www.catholiccharitiesdc.org/familypeace

Le sugerimos que incluya el número telefónico y la dirección web de Caridades Católicas en su teléfono. Lamentablemente, no es exagerado decir que la vida de alguien podría depender de eso.

La triste realidad es que la mayoría de quienes lean estas líneas conocen a alguien— un familiar, una vecina, una amiga— que sufre, ha sufrido o sufrirá abusos, y que necesita apoyo y oraciones; necesita amor y nuestra ayuda. Ojalá nosotros, como personas, como Iglesia y como comunidad, estemos ahí para socorrerle.

(Monseñor John Enzler, Presidente y Director Ejecutivo de Caridades Católicas de la Arquidiócesis Católica Romana de Washington, escribe la columna “Fe en Acción” para los periódicos y sitios web de Catholic Standard y El Pregonero de la Arquidiócesis).

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