Una iniciativa arquidiocesana para “luchar contra la injusticia racial en todas partes”, anunció el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, el viernes 28 de agosto, en la misa conmemorativa de la ‘Paz y la Justicia’ por el 57 aniversario de la Marcha en Washington de 1963.
La iniciativa, leída al final de la misa celebrada en la catedral de San Mateo Apóstol, fue presentada en un pergamino al arzobispo por la feligresa de la parroquia San Martín de Tours, Betty Wright, quien participó en la Marcha de Washington, el 28 de agosto de 1963.
Luego de recibir el pergamino, el arzobispo Gregory leyó la iniciativa:
"A la luz de los acontecimientos actuales en nuestro país y de la necesidad de un trabajo continuo en la lucha contra la injusticia racial en todas partes, estoy anunciando la nueva iniciativa de la Arquidiócesis de Washington 'Hecho a imagen de Dios: orar y trabajar para poner fin al pecado del racismo'.
Esta iniciativa incluirá una amplia gama de actividades pastorales y actividades de divulgación, incluyendo oración, sesiones de escucha, oportunidades de formación de la fe y trabajo de justicia social.
Por favor, únanse a mí, a nuestros obispos auxiliares, al clero y al personal mientras oramos y trabajamos juntos para proclamar el amor de Cristo por todas las personas y trabajar por la justicia para todos".
Momentos antes, en su homilía, el arzobispo Gregory destaco que en Washington, DC, se han celebrado en el pasado muchos eventos a gran escala asociados a ocasiones políticas, a triunfantes logros militares y a favor o en contra de determinados temas.
Mas, lo que ocurrió en Washington -una ciudad acostumbrada a desfiles, marchas y manifestaciones- hace 57 años no cabe hoy en ninguna de las categorías mencionadas –precisó-. Ese fue un evento moral y religioso que enfrentó a nuestra nación de maneras que desafiaron esa simple categorización.
Ese día, nuestra iglesia local participo orgullosamente en esa Marcha, el entonces arzobispo Patrick O'Boyle, quien ya se había establecido como un conocido defensor de la justicia racial, invitó a la gente a orar con él aquí –en la catedral- antes de que comenzaran las actividades del día.
Desde el principio, esa histórica marcha en Washington, DC, hace 57 años fue un acontecimiento profundamente inspirado en la fe –señaló-. La gran mayoría de la oratoria de la época puso de relieve las preocupaciones sociales y civiles, pero siempre con un toque innegable de fe religiosa.
Personas de una amplia variedad de tradiciones religiosas se unieron en un momento de oración por nuestra nación. El orden social existente fue claramente desafiado por personas de fe. Eso es exactamente lo que necesitamos hoy, destacó el arzobispo.
Muchos que asistieron a esa marcha en Washington en 1963 pueden no haber sido miembros activos de ninguna congregación religiosa, y es posible que algunos ni siquiera hayan afirmado haber sido creyentes religiosos en absoluto.
Sin embargo, el espíritu que compartieron en ese día extraordinario era inequívocamente sagrado –dijo monseñor Gregory-. Con ese espíritu, estaban listos para cambiar el mundo. Les dio una visión más clara de lo que nuestra nación estaba llamada a ser – lo que debemos llegar a ser – como se describió tan elocuentemente en las palabras del Dr. King.
Agregó que las bienaventuranzas de San Mateo, un compendio espiritual para transformar la sociedad y lo más importante para convertir el corazón humano, encajan perfectamente con esta conmemoración, ya que ponen de relieve las virtudes y la visión espiritual que son necesarias para la renovación de la sociedad: los misericordiosos, los pacificadores, los que tienen hambre y sed de justicia, apuntan a una sociedad de armonía y justicia que fue el fin deseado de esa marcha de hace 57 años.
Entonces, King habló conmovedoramente sobre lo que nuestra nación estaba destinada y debe llegar a ser y, sin duda, había reflexionado a menudo sobre estas bienaventuranzas.
Retrospectivamente, la Marcha en Washington en 1963 se convirtió y se vio como una sola familia de justicia, unidad y armonía, objetivos son nobles y más que deseables especialmente hoy, indicó.
La muerte ha silenciado a la mayoría de las grandes voces del 28 de agosto de 1963: Dr. King, John Lewis, A. Philip Randolph, Mahalia Jackson y Marian Anderson, por nombrar algunas. Sin embargo –precisó-, la intensidad, la determinación y la energía de sus palabras habladas y cantadas resuenan todavía hoy en día.
Señaló, además, que estamos en una coyuntura fundamental en la lucha de nuestro país por la justicia racial y la armonía nacional y que nuestra tarea y privilegio es avanzar en los objetivos que tan elocuentemente se expresaron hace 57 años.
En ese esfuerzo se necesitan hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, personas de todos los orígenes raciales y étnicos, creyentes y no creyentes, estrellas del deporte y gigantes corporativos, residentes de ciudades pequeñas y habitantes urbanos deben participar en el trabajo de reconciliación y construcción de unidad para que nuestro futuro común sea mejor y más seguro que el pasado, acotó.
¡Debemos de tener valor y no ser disuadidos ni intimidados por las voces que buscan la división y el odio porque venceremos!