Beneficios como la captura de carbono, la provisión de hábitats y la protección costera deberían ser razones más que suficientes para proteger los bosques de manglares, sin embargo, más de la mitad de estos ecosistemas están en riesgo de colapso para 2050, según la primera evaluación global de manglares para la Lista Roja de Ecosistemas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En una reciente investigación, la UICN precisa que casi el 20 por ciento de los manglares evaluados se encuentran catalogados como "en peligro" o "en peligro crítico", las dos categorías más graves y sólo por detrás de la clasificación de "ya colapsado". Mientras que de las 36 regiones clasificadas, las más amenazadas se encuentran en la costa noroeste del Océano Atlántico, el Océano Índico Norte, el Mar Rojo, China Meridional y el Golfo de Somalia.
“El manglar es un hábitat precioso e indispensable”, afirma a EFE Celia Ojeda, responsable del Área de Biodiversidad de Greenpeace, y explica que estos ecosistemas - ubicados en regiones tropicales y subtropicales- tienen la peculiaridad de ser bosques costeros, por tanto, absorben el CO2 que genera el cambio climático, además de ser zonas muy importantes de cría y de refugio para distintas especies y constituir una barrera natural que protege las costas de los eventos meteorológicos.
¿Cómo proteger los manglares?
Desde el ámbito político se deben establecer zonas protegidas y desde Greenpeace estamos pidiendo que se proteja el 30% de los océanos a nivel internacional para 2030; las zonas costeras entrarían también en ese tipo de protecciones y dentro de ellas los manglares, señala Ojeda a propósito del Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares.
Asimismo, la doctora en Biología insiste en que estos ecosistemas se ven amenazados por la construcción de carreteras y el turismo, además de la industria camaronera o del langostino. Las personas deberían ser más conscientes cuando viajan de buscar alojamientos sostenibles que para su construcción no hayan destruido los manglares, pero también deben ser consecuentes en su alimentación, pues históricamente el mayor impacto a los manglares proviene del langostino, puntualiza.
Aunque esta industria tiene un interés económico muy potente en países de Latinoamérica, Asia y Oceanía también genera “un impacto ambiental muy fuerte”. Detrás de una caja de langostinos hay “destrucción”, que se traduce en emisiones de gases de efecto invernadero que es igual a cambio climático y desprotección.
“Un langostino que no haya destruido un manglar es aquel que ha sido capturado cerca de España y tendrá un coste más alto, porque evidentemente su captura es mucho más difícil. Entonces a veces también tenemos que ser consecuentes con nuestra alimentación y pensar que igual no tenemos que estar comiendo langostinos todos los días, que implican la destrucción de un hábitat que está contribuyendo a evitar el cambio climático”, comenta la responsable del Área de Biodiversidad de Greenpeace.
Manglares: hábitats indispensables
Los manglares retienen hasta cuatro veces más carbono orgánico por hectárea que otros tipos de bosques, lo que significa que su pérdida genera una cantidad sumamente alta de emisiones de gases de efecto invernadero, refiere WWF. Una problemática sobre la que alerta el informe de la UICN, y es que de no hacer modificaciones significativos para 2050 el cambio climático y el aumento del nivel del mar provocarán la pérdida de 8.000 millones de toneladas de carbono almacenadas, ya que el 17% del carbono total actual está a recaudo en los manglares.
Si se eliminan los manglares, muchas especies de peces pierden su hábitat y no tienen donde reproducirse, mientras que las comunidades costeras que dependen de la pesca se ven afectadas y quedan desprovistas frente a tsunamis, ciclones y fuertes marejadas. “Quitar el manglar es dejar la vía abierta a los impactos del cambio climático”, advierte Ojeda.
En ese sentido, Alejandra Calzada, coordinadora de Adaptación al Cambio Climático de WWF México, precisa en diálogo con EFE que históricamente los manglares han tenido una tasa muy alta de degradación y de deforestación, porque se utilizan directamente para materiales de vivienda, para carbón, y son espacios en donde se hacen actividades productivas como la acuicultura y la ganadería.
No obstante, en las últimas décadas esta tasa de transformación de hábitats se ha reducido en el mundo, aunque tanto a nivel global como en México continúan las amenazas a los ecosistemas y las actividades productivas y económicas que afectan su estado de conservación, expresa.
En el territorio mexicano los manglares cubren más de 905.000 hectáreas de costa, según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y la nación concentra el 6 % del total mundial de los manglares, por lo que es el cuarto país con mayor presencia de este ecosistema, tan solo por debajo de Indonesia, Australia y Brasil, de acuerdo con el Sistema de Monitoreo de Manglares de México de la Conabio.
La bióloga y máster en Conservación sostiene que la construcción de carreteras e infraestructuras afectan el esquema hidrológico de los manglares, que depende de un balance muy delicado. Ellos tienen un cierto nivel de inundación y salinidad que puede tolerar y “cuando se construyen carreteras que obstruyen este flujo se ve afectada su salud y pronto empiezan a degradarse y puede haber pérdida y muerte de estos hábitats”, explica.
Otras de las amenazas radican en la sobreexplotación de fuentes de agua dulce y la acuicultura, que directamente transforman el hábitat o contaminan el agua de la que dependen los manglares.
Aumento del nivel del mar y cambio climático
ManglarIA, iniciativa apoyada por Google.org, es un proyecto que desarrolla WWF México y que mediante el empleo de tecnologías avanzadas, entre ellas, la inteligencia artificial, tiene el propósito de entender cómo el cambio climático impacta los ecosistemas de manglares y afecta los beneficios que las comunidades obtienen de ellos.
Como parte del proyecto, los especialistas analizan variables como la salinidad, el aumento del nivel del mar, la precipitación extrema y los vientos fuertes en temporadas de huracanes. Un modelo que luego podrá replicarse a nivel global para informar las medidas de restauración y gestión de otros ecosistemas.
“Los manglares soportan bien la fuerza de los vientos, son una barrera física, pero también tienen un umbral a partir del que pueden sobrevivir”, afirma Calzada.
Esta misma circunstancia también se produce con la salinidad: estos ecosistemas “tienen un cierto nivel de resiliencia en cuanto aumento del nivel del mar”, pero aún es preciso determinar “cuántos cambios en salinidad pueden tolerar”, acota.
Conservar los manglares
“El gobierno, las industrias las personas que viven cerca de estos manglares todas y todos tenemos un papel que jugar para en la conservación de ecosistemas”, sostiene Calzada e indica que en la legislación mexicana a diferencia de otros países está prohibido casi en su totalidad hacer cualquier tipo de actividad que transforme los manglares y por otro lado la gran mayoría de ellos están dentro de áreas protegidas, lo cual fortalece su conservación, aunque “sabemos que hay que hacer todavía un mayor esfuerzo”, agrega.
La experta puntualiza que el sector académico también debe generar información para la toma de decisiones y a la población le corresponde estar sensibilizada sobre la importancia de la conservación de los manglares para que “podamos exigir que realmente estos ecosistemas se conserven y que además se restauren”.
“La conservación debe ser siempre el enfoque prioritario. Si podemos conservar los que hoy están en pie, los que hoy almacenan carbono, los que hoy tienen toda la biodiversidad, es una estrategia más costo-efectiva que la restauración, aunque eso no significa que no se tenga que hacer restauración”, apunta.
Con ese objetivo, en Ecuador el Fondo Verde para el Clima, un mecanismo financiero de Naciones Unidas, aprobó una ayuda de 36,4 millones de dólares.
El proyecto 'Manglares para el Clima’, liderado por el Ministerio ecuatoriano del Ambiente, comenzará en enero de 2025 con el propósito de aumentar la superficie de manglares bajo manejo sostenible a 150,000 hectáreas y reducir el riesgo de inundaciones en áreas costeras.
Asimismo, busca disminuir unas 732,000 toneladas de dióxido de carbono al año durante el período de ejecución del programa -que durará 72 meses-, incrementará la adopción de prácticas sostenibles de producción de camarón y estándares acuícolas reconocidos nacional e internacionalmente en 20,000 hectáreas y fortalecerá la iniciativa Socio Manglar, que mejorará las prácticas productivas para la conservación de este ecosistema, detalla a EFE Gustavo Manrique, presidente de SAMBITO (Soluciones Ambientales Totales) y exministro de Ambiente, Agua y Transición Ecológica.
Ecuador cuenta con alrededor de 160.000 hectáreas de manglar que se extienden a lo largo de la costa de las provincias de Esmeraldas, Manabí, Guayas y El Oro y también crecen en las islas Galápagos. Mientras que unas 74.860.51 hectáreas están protegidas por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas.
“Aunque se conoce la importancia de estos ecosistemas, la destrucción de los bosques de manglares sigue siendo una preocupación global, lo que convierte a los manglares en uno de los ecosistemas más amenazados y vulnerables del mundo. Los ecosistemas de manglares están desapareciendo a un ritmo alarmante, esto es principalmente a la tala de manglares para la cría de camarones y peces, producción de madera, agricultura, desarrollo costero, contaminación y turismo”, sostiene el ingeniero agrónomo.
Galápagos: un ecosistema protegido
Entre las acciones para la conservación de los manglares en Ecuador se incluye la creación de áreas protegidas, programas de monitoreo y restauración para evaluar la salud de los manglares y restaurar áreas degradadas, investigación científica para mejorar la comprensión de estos ecosistemas y colaboración internacional a través de iniciativas y acuerdos, menciona el experto.
De igual forma, en los últimos tres años la Fundación Charles Darwin, la Dirección del Parque Nacional Galápagos, el Instituto de Oceanografía Scripps y voluntarios de la Universidad de Wisconsin en Eau Claire han realizado un esfuerzo interdisciplinario a gran escala para estimar el valor monetario generado por los servicios ecosistémicos de los manglares de Galápagos, islas situadas a unos mil kilómetros de las costas continentales ecuatorianas y catalogadas como Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.
También se ha evaluado la importancia de los manglares en la sustentabilidad de las pesquerías, dado su papel como criadero y hábitat para especies locales de importancia comercial. Otra iniciativa ha sido considerar el rol vital que desempeñan los manglares en el turismo y la recreación, que constituyen el motor económico de Galápagos, detalla Manrique.
Estudios indican que el territorio cuenta con aproximadamente 3,700 hectáreas de manglar a lo largo del archipiélago, cubriendo el 35% de la costa y almacenando 778,000 toneladas de carbono en el sedimento. En Galápagos se encuentran cuatro especies: Mangle Blanco (Laguncularia racemosa), Mangle Negro (Avicennia germinans), Mangle Rojo (Rhizophora mangle) y Mangle Botón (Conocarpus erecta).
Galápagos -dice- es uno de los pocos lugares en el mundo donde los bosques de manglar han aumentado de manera natural, sin intervención humana. El año con mayor cobertura de manglar fue 2020, con un área total de 3,915.3 hectáreas, y el año 2000 registró la menor cobertura de manglar, con un total de 2,977.6 hectáreas.