Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

“Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”

La conversión incesante de la comunidad es el propósito principal y toda otra actividad, debe de estar en consonancia con ese ideal. El incansable desafío de la pastoral es pues, cómo motivar a esa confesión de ‘por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa’, transformando vidas y ofreciendo razones para la conversión constante. ¡Esa es la indiscutible e inacabable misión de la Iglesia de Jesucristo! Foto/Mihoko Owada

¡Admitir culpa es ya un logro y una muestra de madurez! Denota la capacidad de razonar, de asumir responsabilidad por el comportamiento personal. Se aborda este tema motivado por este tiempo de Cuaresma. El calendario litúrgico, nos trae una vez más, al umbral del llamado a la conversión. La cautela recomendable es evitar la actitud de que esta es ‘otra Cuaresma’ más. ¡Pues sí lo es! Pero dada la fragilidad de la condición humana, no sabemos si pudiese ser la última. Lo oportuno del momento es tomar conciencia de la condición en que se encuentra la vida espiritual de cada uno. Se vive la fe desde la tradición y siempre hacia delante, como tantas veces se ha señalado. La tarea continua es pues, renovar el esfuerzo de una postura de conversión, abrazando el proyecto de superación individual. Amar a Dios no es una costumbre, es un don. Es la decisión de responder al llamado del Espíritu Santo. Siempre se toma en cuenta la libre voluntad, la libertad de cada ser humano de decidir comprometerse o no, a su crecimiento personal.

Lamentablemente, el Miércoles de Ceniza, como apertura a la Cuaresma, se ha convertido en la cultura hispana, como una ‘costumbre’, que, si se omitiera, se sufrirían consecuencias negativas. Desde el punto de vista litúrgico, no es un día de precepto, pero es admirable como el pueblo fiel, acude a recibir la imposición de las cenizas. Es bueno recordar que el tono pre-Vaticano II, era funesto. “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Hoy la exhortación es mucho más pastoral, “Conviértete y cree en el Evangelio”. La conversión, en el contexto espiritual, es una experiencia de fe, un proyecto de vida que identifica a los discípulos de Cristo Jesús.

‘Convertirse’ es crear conciencia de una postura permanente de cambio y superación. El arrepentimiento es posible desde una convicción personal, ‘Soy llamado a vivir en la gracia de Dios’. Eso solo se logra cuando se ha desarrollado una relación con Dios íntima y convincente. Bendición pastoral ha sido el impacto de los distintos movimientos parroquiales que se han desarrollado. Le han traído una vitalidad y energía a la comunidad parroquial que ha impactado a muchos. Es de gran inspiración ver una parroquia que todas las noches prácticamente, tienen alguna reunión de esos movimientos. Ayuda muchísimo cuando los miembros de esos grupos se convierten en los catequistas, ministros litúrgicos y los que se muestran más disponibles a colaborar en el quehacer parroquial. Sin embargo, en referencia a los movimientos, existe el peligro continuo de que el grupo se encierre en sí mismo, viviendo entonces al margen de la parroquia. El enfoque pastoral debe de ser la comunión de todos los grupos, bajo el liderazgo del párroco.

La invitación en Cuaresma es tomar mayor conciencia de que somos pecadores en proceso de conversión. La exhortación del evangelio del Miércoles de Ceniza (Mt.6/1-6,16-18), nos ayuda a caer en cuenta, una vez más, de qué se trata. Es sacudir el letargo de ‘lo acostumbrado’ para vivir con mayor empeño la necesidad de practicar la justicia, el ayuno y la oración. La sabiduría de nuestra Madre Iglesia es evidente una vez más, que, como buena Madre, nos exhorta, nos invita y nos anima a la oración, al ayuno y la penitencia. Se asume una postura de discipulado, cuando a imitación de Cristo Jesús, nos vamos con Él al desierto en lo interior de nuestra vida espiritual. Básicamente, es una admisión de la necesidad continua de conversión. Es todo un proceso, una etapa en la vida de fe, que nos invita a la interioridad de quien soy y de cómo seguimos optando por el crecimiento en gracia y santidad.

Ser santos es el llamado y el objetivo de todo bautizado, excepto que muchos han perdido credibilidad en sí mismos. Además, la gran parte de la predicación y enseñanza pre Vaticano II, era de estilo negativo y acusatorio. La predicación era enfocada en ‘la maldad de los bautizados’. La mentalidad era ‘el pueblo está sumergido en el pecado y la tarea pastoral era siempre el rescate de las ovejas descarriadas’. Culpa, maldad, condenación eran temas comunes. Y todo es cierto, excepto que desde la pedagogía se ha aprendido que, si lo que le repites al pueblo es sobre ‘lo malo que es’, no se le da la oportunidad de conocerse bendecido y llamado al amor de Dios, encarnado en Jesús.

Cada comunidad parroquial es distinta. Mucho tiene que ver el estilo pastoral del sacerdote y su equipo, que la guía y la nutre con el continuo empeño de crecer en santidad. La conversión incesante de la comunidad es el propósito principal y toda otra actividad, debe de estar en consonancia con ese ideal. El incansable desafío de la pastoral es pues, cómo motivar a esa confesión de ‘por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa’, transformando vidas y ofreciendo razones para la conversión constante. ¡Esa es la indiscutible e inacabable misión de la Iglesia de Jesucristo!



Cuotas:
Print


Secciones
Buscar