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Pedro Bravo: "El ruido no es un accidente natural; hay un emisor, que es el modelo económico"

El periodista y guionista Pedro Bravo, autor de '¡Silencio!', en Madrid. EFE/Marta Montojo

"El ruido no es un accidente natural, sino que hay un emisor, que es el modelo económico actual", afirma en una entrevista con EFE el periodista y guionista Pedro Bravo, autor de ‘¡Silenci0!’. Este libro-manifiesto, editado por Debate, analiza el ruido, sus causas y sus consecuencias. Pero con este concepto Bravo no se refiere solamente al ruido sonoro, a la contaminación acústica, sino que va más allá y abarca también la contaminación “mental”.

Ante el ruido, la inquietud y la prisa, "hace falta parar, apartarse un poquito, observarse, observar, escucharse y escuchar y ver de qué manera se puede hacer menos para estar más en la vida”, resume Bravo.

El autor habla, por ejemplo, del ruido urbano y la consecuente “baja fidelidad” que tienen las ciudades. Sostiene que las personas han perdido capacidad de detectar sonidos de la naturaleza, usando los términos del teórico canadiense Murray Schafer. Este tipo de contaminación, a su juicio, refleja claramente que el emisor es el diseño de las urbes.

“El ruido de los coches, imparable en las ciudades, que produce en buena parte las enfermedades que yo menciono y los problemas de salud tanto auditivos como de salud general, tiene que ver con el modelo económico”, sentencia. “No vamos tanto en coche porque sí”, prosigue; “vamos tanto en coche porque las ciudades han conseguido una manera de responder a unas necesidades impuestas por el modelo económico”.

Pero Bravo también destaca la inquietud como “otra forma de ruido”, que tampoco es fortuita sino que tiene una raíz. Se explica: “Hay una inquietud mental que viene de serie en el ser humano, que tiene que ver con la red neuronal por defecto, y cómo nuestro cerebro está constantemente lanzándonos pensamientos que pueden ser muy productivos —no en el sentido capitalista de la palabra, sino en el sentido literal—, que nos pueden producir beneficios de creatividad, de imaginación, de solucionar problemas, etcétera. Pero también nos pueden hacer sufrir, porque, en esto de “yo tengo que hacer esto y no lo voy a saber hacer”, o "yo tuve que hacer eso y no sé qué”, esos son los pensamientos o parte de los pensamientos que produce. Pero esa inquietud en general, y sobre todo ahora, está muy mediatizada. Esos pensamientos están muy mediatizados por las imposiciones, otra vez, del modelo económico”.

Por otro lado, el manifiesto ¡Silencio! carga contra la prisa, y Bravo argumenta que la aceleración es otra consecuencia de ese mismo sistema de producción y consumo. “Lo que se avanza desde la segunda revolución industrial hasta ahora, versus el tiempo comparable en siglos anteriores, es exponencial. Y lo que se está avanzando a nivel de velocidad, de velocidad impuesta en nuestras vidas, es lo que yo llamo prisa”, arguye.

Aunque la contraportada especifica que “este no es un libro de autoayuda”, Bravo dice haberlo encontrado en algunas librerías en esa sección. “Y no me molesta”, dice, “pero la autoayuda pone el problema en el individuo y no analiza las causas colectivas”, mientras que en su ensayo trata de hacer justo lo contrario: muestra las grietas de un sistema basado en la idea de “progreso”, grietas que se agrandan a medida que se intensifica el ruido.

“Cuando digo que el silencio es resistencia y disidencia, lo que estoy diciendo es que parar, observar, callarse, no estar en la pomada, pensar las respuestas, escuchar a los demás, no caer en la exhibición constante, todas esas cosas —que yo no digo que son las que hay que hacer, yo digo que existen esas posibilidades— son ejercicios de resistencia, son revolucionarios.

La revolución, como tal, “ahora es muy difícil”, juzga el autor, pero defiende que “a través de esa resistencia podemos encontrar nuevos caminos de hacer cosas de manera distinta”.

Y, en esta idea de elegir formas de vida alternativas, vidas pausadas, alejadas del ruido, reconoce que el privilegio juega un papel importante. ¿Quién puede permitirse parar y bajar de una rueda que gira incesantemente?

Al terminar el libro, Bravo, que es autónomo, dejó varios trabajos. “Tenía una pequeña empresa y he pasado unos meses jodido de curro. Yo paré por obligación, y ahora tengo que estar muy liado porque, si no, no como. Y porque vivir en esta ciudad es carísimo y no parece que vaya a mejorar”, lamenta. Así, él mismo se ve en un momento acelerado, lo cual, dice, entra en contradicción con sus aspiraciones. “Uno puede tener sensaciones de por dónde deberían ir las cosas y por dónde debería ir con las cosas, pero luego están las cosas, o la vida o el modelo económico, y yo creo que tenemos que ser indulgentes con nuestras propias contradicciones hasta ciertos límites”.

“El derecho a la pereza es un privilegio ahora mismo, sin duda, pero quizá lo que yo hago es tirar una piedra o pincharte para que tú empieces a pensar de qué manera puedes parar o explotarte menos”, señala Bravo, que insiste en que él no quiere dar “soluciones de nada”, y de hecho lo deja claro en su libro. ¡Silencio! no sigue la estructura típica de los ensayos, esa en la que tras plantear y analizar un asunto o problema, los capítulos finales ofrecen una propuesta. Coherente con el título, en las últimas páginas de ¡Silencio! el autor decide callarse, y dejar espacio al lector para que reflexione “a partir de su propia realidad”. “Ese es el ejercicio que quería hacer: dejar las herramientas de pensamiento que yo he encontrado y que cada uno construya lo que le interese”, explica Bravo.

Además del derecho a la pereza, Bravo abogaría por que existiera el derecho al aburrimiento (que, precisa, no es caer en el tedio sino, más bien, no necesitar la distracción o el estímulo constante), el derecho a la inspiración, a la humildad, que también es resistencia, dice, en un mundo “lleno de narcisismo”. Y el derecho “a darse cuenta”, a entender que los humanos son parte de la naturaleza.

“Muchas cosas que echo en cara a la comunicación climática o incluso las organizaciones medioambientales es el ‘vamos a salvar el planeta’, ‘vamos a salvar a la naturaleza’. Cuando nosotros somos la naturaleza. Diciendo ‘vamos a salvar’ ya te estás poniendo en ese lugar narcisista”.

Y agrega uno más al listado: el derecho al sosiego, a la tranquilidad. “Tener una vida más tranquila, más pequeña, con aspiraciones más humanas o más naturales”, precisa Bravo. Y sigue: “Muchas veces nos venden la felicidad como una aspiración, pero me parece que la tranquilidad es la aspiración. La felicidad normalmente son momentos fugaces, y esa imposición de la búsqueda de la felicidad nos genera inquietud y el sosiego es una forma más estable de felicidad”.



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