La inteligencia artificial, sí, es una herramienta con mil potencialidades, pero debe ponerse «al servicio de un desarrollo más sano, más humano, más social y más integral», de lo contrario, como todos los desarrollos tecnológicos, si «no mejoran la vida de todos» sino que «crean o aumentan las desigualdades y los conflictos», no puede definirse como «verdadero progreso». Vuelve a alertar contra los riesgos y peligros de la IA, el Papa Francisco, en su mensaje enviado al Foro Económico Mundial de Davos, el evento anual que reúne en la localidad suiza a tres mil delegados del mundo político y financiero. «Colaboración para la era inteligente» es el tema de la edición de 2025, que se celebra del 20 al 24 de enero. Una «buena oportunidad», según el Papa, para reflexionar sobre el valor de la IA que, «concebida para imitar la inteligencia humana que la diseñó», plantea precisamente por ello «un conjunto único de preguntas y desafíos».
La IA y la «crisis de la verdad»
En particular, el Papa Francisco -que ya había abordado el tema en su largo discurso en el G7 de Puglia en junio de 2024 y en su Mensaje para la 58ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales- compartió con los presentes en Davos su preocupación por el impacto de la IA «en el papel de la humanidad en el mundo», teniendo en cuenta la habilidad, la velocidad y la creatividad con la que esta tecnología ha sido «entrenada» para generar «nuevos artefactos».
Los resultados que la IA es capaz de lograr son casi indistinguibles de los de los humanos, lo que plantea interrogantes sobre su efecto en la creciente crisis de la verdad en el foro público
La IA elige, los humanos deciden
El hecho de que esta tecnología esté diseñada «para aprender y tomar ciertas decisiones de forma autónoma, adaptándose a nuevas situaciones y dando respuestas no previstas por sus programadores» plantea, señala el Papa, «importantes cuestiones» sobre «la responsabilidad ética, la seguridad humana y las implicaciones más amplias de estos avances para la sociedad». Francisco distingue entre la IA, una «extraordinaria tecnología de imitación de la inteligencia humana» que hace «una elección técnica entre varias posibilidades y se basa en criterios bien definidos o en inferencias estadísticas» y el ser humano que, dice, «no sólo elige, sino que en su corazón es capaz de decidir».
Instrumento para una mayor justicia y fraternidad
De hecho, prosigue, el propio uso de la palabra «inteligencia» en relación con la IA «es inapropiado», ya que la IA no es una forma artificial de inteligencia humana, sino más bien un producto de ella» que debe utilizarse “correctamente”.
Como cualquier otra actividad humana y cualquier desarrollo tecnológico, la IA debe ordenarse a la persona humana y formar parte de los esfuerzos para lograr «una mayor justicia, una mayor fraternidad y un orden más humano de las relaciones sociales», que son «más valiosos que los avances en el campo técnico».
La brecha que no es progreso
El Papa también advierte del «peligro» de que la IA se utilice para promover el «paradigma tecnocrático», para el que «todos los problemas del mundo pueden resolverse sólo con medios tecnológicos». En este paradigma, señala Francisco, «la dignidad humana y la fraternidad están a menudo subordinadas a la búsqueda de la eficiencia, como si la realidad, la bondad y la verdad emanaran intrínsecamente del poder tecnológico y económico».
La dignidad humana nunca debe ser violada en favor de la eficiencia. Los avances tecnológicos que no mejoran la vida de todos, sino que crean o aumentan la desigualdad y el conflicto, no pueden llamarse verdadero progreso. Por lo tanto, la IA debe ponerse al servicio de un desarrollo más sano, más humano, más social y más integral.
Estudiar el impacto de la IA a lo largo del tiempo
Para el Papa, por tanto, el progreso inducido por la IA «exige redescubrir la importancia de la comunidad y renovar el compromiso de cuidar la casa común». El llamamiento a los gobiernos y a las empresas es que «actúen con la debida diligencia y vigilancia» para gestionar las complejidades de la IA a medida que su aplicación e impacto social se hacen más evidentes en todas las esferas sociales y cívicas con el paso del tiempo.
Deben evaluar críticamente las aplicaciones individuales de la IA en contextos particulares para determinar si su uso promueve la dignidad humana, la vocación de la persona humana y el bien común.