Ser pescadores de hombres y saber asombrarse: éstas son las dos actitudes que papa Francisco sugirió a los chicos de la Acción Católica italiana - recibidos con ocasión de las felicitaciones navideñas esta mañana, 20 de diciembre, en la Sala del Consistorio - tomando como punto de partida el tema de su camino formativo de este año, «Navegar mar adentro». En su discurso, el Papa se detuvo, en particular, en el asombro como forma de situarse ante la Navidad, «la buena noticia» que cada año trae «novedad al alma y al corazón», no sólo un tiempo «para cenar» y reunirse en familia, sino también para mirar el belén, para ir a la iglesia. En un ambiente así, no hay que olvidar a los más necesitados, instó el Pontífice, y a los muchos niños «que están enfermos de hambre, de guerra, de enfermedad», con su pensamiento en particular a los de Ucrania.
Vienen chicos de Ucrania, que los traen para alejarlos de esa fea guerra. ¿Saben que los chicos ucranianos, que han vivido la guerra, han olvidado cómo sonreír? No saben sonreír: hacen así... Piensen en estos niños, en estos chicos.
Dar amor a los niños más necesitados
A los jóvenes de la Acr, que han hecho todo lo posible por ofrecer obsequios a los más necesitados, Francisco les recomendó gestos de amor hacia sus coetáneos menos afortunados, más proximidad.
Cuando encuentren niños necesitados, personas necesitadas, mírenlos a los ojos y tóquenles la mano cuando den limosna; muy cerca, con esa cercanía que sólo da el amor.
El Papa recordó que también Jesús fue pobre y necesitado, tanto que nació «entre las vacas», y volvió a exhortar a ofrecer ayuda a los niños, a buscar a los más necesitados, a estar «siempre cerca de ellos, en la oración y en la caridad».
Jesús quiere que conozcamos al Padre que ama a todos
Reflexionando, en cambio, sobre la invitación de Jesús a sus discípulos a ser pescadores de hombres, que no significa «capturar» a las personas, Francisco explicó que Dios «respeta nuestra libertad» y «ofrece su amor y su salvación a todos, sin esperar nada a cambio y sin exclusión». Cristo «comparte con nosotros su alegría de ser el Hijo amado del Padre», «que ama a todos, sin límites», y quiere hacérnoslo conocer también a nosotros para que seamos felices con Él.
Así es como Jesús es «pescador de hombres»: contagiándoles la alegría y el asombro de su amor.
La vida, un don extraordinario del que asombrarse siempre
En cuanto al asombro, el Papa señaló que hoy hay personas que no saben asombrarse, que ven «todo igual, monótono», y contrapuso el ejemplo de la Navidad, cuando «las calles se llenan de luces», «se intercambian regalos, la liturgia se enriquece con cantos y sonidos», y luego, el del pesebre - «¡Cuánto asombro hay allí!» - donde «los pastores, los Reyes Magos y los demás personajes rodean la gruta con sus rostros maravillados, involucrando incluso a los animales y a todo el paisaje como en una gran fiesta».
Deténgase ante un belén y obsérvenlo bien; luego vaya a otro y obsérvenlo bien... En todos hay variedad, ¡los belenes napolitanos son preciosos! Pero en todos ellos no faltan Jesús, la Virgen y José: ese amor que Dios nos ha enviado y la Virgen y José que lo hacen crecer.
Navidad el encuentro que trae novedad al alma y al corazón
Pero el asombro no debe caracterizar sólo el tiempo de Navidad, señaló el Papa, porque la vida «es un don extraordinario: cada uno de nosotros es único y cada día es especial, como le gustaba decir al Beato Carlo Acutis, quien repetía que debemos ser “originales”, no “fotocopias”».
Tantas personas no tienen la capacidad de ser originales. ¡Son fotocopias! Hoy en día se hace porque el periódico dice que hay que hacerlo o por costumbre. Y la Navidad es una fotocopia, de tantas cosas, para tanta gente, y no es el encuentro - ¡tan hermoso! - que cada año nos trae la novedad, la novedad al alma y al corazón de cada uno de nosotros. Miren el pesebre, miren a la Virgen, a José y al Niño, a los Reyes Magos, a los pastores, a la gente humilde, que va a contemplar a Jesús.
Contagiemos alegría, confianza y consuelo
Aprender a asombrarse, no perder la capacidad de asombro: esto es importante para Francisco, que insistió en el verdadero sentido de la Navidad, «una fiesta que está en la raíz de nuestra fe».
Aprendamos, pues, a asombrarnos, a no dar nunca nada por descontado, especialmente el amor: el de Dios y el de las personas que encontramos. Contagiemos todo y a todos con nuestro asombro: de casa en casa, de parroquia en parroquia, de ciudad en ciudad, de nación en nación. Así contagiaremos alegría, confianza y consuelo.