El cambio climático, la sobreexplotación y la contaminación ponen en riesgo la riqueza natural de las montañas, ecosistemas que albergan el 15% de la población mundial y aproximadamente la mitad de la reserva de la diversidad biológica, pero también 25 de los 34 puntos críticos de biodiversidad de todo el mundo, según datos de Naciones Unidas.
Las montañas son fundamentales para la protección de nuestra especie, más allá de que la naturaleza es bonita, la sociedad tiene que entender el valor de los ecosistemas de montaña, no solo para las especies que lo habitan, sino también para reducir y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, garantizar los recursos hídricos y prevenir desastres como inundaciones o incendios forestales, afirma Mónica Parrilla, responsable de campañas de Greenpeace.
A propósito del Día Internacional de las Montañas, que se conmemora cada 11 de diciembre, esta ingeniera técnica forestal señaló a EFEverde que hablamos de ecosistemas con variaciones en cuanto a altitud, clima y suelo, por lo que son realmente únicos, aunque amenazados por el cambio climático.
El deshielo, a causa del aumento de la temperatura global, no solo afecta al Ártico, sino que en España se han perdido más del 80% de los glaciares pirenaicos y para 2050 podrían desaparecer irreversiblemente, indica el informe Así nos afecta el cambio climático de Greenpeace.
Al respecto, Parrilla explica que la pérdida de los glaciares influye en la disponibilidad del agua, en un país en el que existe un problema de sequía muy grande, por lo que considera esencial la protección de los ecosistemas de montaña para preservar el recurso.
Pérdida de bosques de montaña
La degradación del suelo, causada por la deforestación, la sobreexplotación de recursos maderables o el cultivo intensivo de plantas, afecta a 311 millones de habitantes de zonas rurales montañosas a escala global, agrava la inseguridad alimentaria y provoca la pérdida de hábitats y especies.
En las montañas viven más del 85 % de las aves, mamíferos y anfibios, sobre todo en hábitats forestales, los que están desapareciendo “a un ritmo acelerado”, así refleja un estudio de las universidades de Leeds (Reino Unido) y la Meridional de Ciencia y Tecnología (China).
La investigación determinó que desde el año 2000 se han perdido 78,1 millones de hectáreas (7,1%), gran parte de ellas en zonas de gran diversidad tropical, lo que supone una presión cada vez mayor sobre las especies amenazadas.
En España, el modelo económico, que ha provocado que las personas se vayan a vivir a las ciudades, la sobreexplotación y el creciente abandono de los paisajes de montaña hace que también estén en riesgo, indicó a EFEverde la responsable del programa de Bosques de WWF, Diana Colomina.
El aumento de las temperaturas hace que muchas especies no tengan los requerimientos climáticos para sobrevivir y vayan ganando altura en busca de zonas más propicias, un proceso en el que desplazan a las especies típicas de montaña, apuntó. Asimismo, el cambio climático está transformando las condiciones de propagación de los incendios forestales, los que cada vez tienen mayor magnitud y virulencia.
Ante estas problemáticas, las expertas coincidieron en que la Ley de restauración de la naturaleza, que entró en vigor en agosto de 2024, ofrece una oportunidad para promover la restauración y conservación de estos ecosistemas de alto valor ambiental.
Contaminación, un problema también en las montañas
Los residuos pueden encontrarse "en todas las cordilleras del mundo" y en todos los niveles, "desde la base hasta la cima", refiere el informe Plastic on peak, publicado por la ONG noruega GRID-Arendal en colaboración con la ONU y diversas entidades relacionadas con la montaña.
Los plásticos duros, con el 88 % del total de desperdicios detectados, son los más abundantes, pero también los desechos orgánicos -incluyendo papel higiénico y toallitas húmedas usadas- que suponen un riesgo especialmente en la posible contaminación de fuentes de agua.
Incluso la montaña más alta de la superficie del planeta: el monte Everest se ve afectada por la contaminación. Alrededor de 1.500 personas, además de guías y porteadores, escalan hacia la cima del mundo cada año y dejan atrás toneladas de residuos.
Convivir en estos ecosistemas o visitarlos requiere de un respeto por la naturaleza y de un comportamiento cívico no solo para eliminar los plásticos, sino también para reducir los incendios forestales. “Hay que tener más cultura ambiental, más cultura de percepción del riesgo”, sostiene Parrilla.