El silencio y soledad parecen haber apoderado de muchos negocios en la zona de Langley Park (Maryland) por temor a las redades migratorias. El mejor ejemplo se encuentra al observar las mesas vacías de los restaurantes hispano, que en el pasado reciente lucían repletas de comensales degustando los platos típicos de Centroamérica o celebrando una fiesta familiar.
La soledad también está presente en los pequeños centros comerciales y negocios de servicios existentes en las transitadas avenidas University, New Hampshire y Riggs. La disminución en el número de pasajeros en los paraderos de ómnibus de transporte público en Langley Park es inusual, al igual que la reducción en el número de vendedores ambulantes en las cercanías de los complejos de apartamentos en esa zona.
Los dueños de negocios admiten que el miedo se nota en el ausentismo no solo de los clientes, sino también de los trabajadores, quienes ante el rumor de las redades prefieren perder un día de trabajo y evitar ser arrestados por los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
El salvadoreño Lorenzo Falcón, administrador de un conocido restaurante de la avenida Riggs, señaló que las personas no quieren salir por miedo: “No hay gente en la calle y esto recién empieza. Antes de Trump atendíamos a más de 120 clientes por días, pero ahora no llegamos ni a 50”.
Calificó de absurda la decisión presidencial de perseguir a los inmigrantes por el hecho de ser indocumentados, cuando todos saben que son ellos quienes mueven la economía del país: “Hay que estar ciego o ser un tonto para no darse cuenta de que los ‘mojados’ están aquí para trabajar y ayudar al progreso de este país”.
La mexicana Rocío Barreda, quien se dedica al cuidado de niños en su casa, calificó la injusta la decisión de perseguir a los trabajadores por el simple hecho de no tener papales: “En enero cuidaba a cinco niños, todos hijos de mujeres que solían trabajar en restaurantes o supermercados en Langley Park, pero ahora solo me traen a dos pequeños y eso se debe al impacto negativo que provocan las redadas. Esta realidad me afecta económicamente a mí”.
Para el guatemalteco Juan Barrientos, dueño de un conocido restaurante-discoteca en la avenida University, la ausencia de clientes durante los fines de semana es preocupante para el sostenimiento económico de su negocio: “Los sábados en la noche llegaban más de cien personas a bailar y a comer, pero ahora todo se ha reducido drásticamente. Y es que todos se asustan cuando ven pasar a la policía u observan ‘gringos’ sentados en el bar. El miedo se nota y no se puede hacer nada contra eso”.
Jasmín Reyes, quien vive con sus dos hijos en pequeño departamento en Takoma Park, admitió que la presencia de los agentes federales en las calles es intimidante para toda la comunidad inmigrantes: “Todos sentimos miedo, porque los agentes de ICE solo buscan hispanos, sin importarles que nosotros hacemos el trabajo que ellos rechazan. El presidente persigue a los indocumentados, pero ¿qué van a hacer cuando nos vayamos?".
Estos comentarios son el reflejo de los operativos que coordina ICE, que, entre el 20 de enero al 10 de marzo, realizó 32.809 arrestos, según funcionarios de la agencia. El desglose de esas detenciones incluye: 14.111 eran criminales convictos; 9.980 tenían cargos penales pendientes; y 8.718 tenían otras infracciones de inmigración
Es importante recordar que durante el primer gobierno del presidente Trump (2017-2020) se expulsaron en promedio 300.000 inmigrantes por año, una cifra inferior a la observada durante las dos administraciones del presidente Obama: 400.000 al año en su primera administración y 375.000 en la segunda.