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“Mar adentro”: Con Francisco, 11 años

El cónclave de cardenales, para la elección del nuevo Papa, eligió el 13 de marzo de 2013, al entonces cardenal de Buenos Aires (Argentina), Jorge Mario Bergoglio, quien escogió como nombre para su pontificado el de Francisco, en homenaje al “poverello” (el pequeño pobre) y santo de Asís. Nombre con el cual ya señalaba un perfil y un derrotero de lo que ha sido su vida y magisterio en estos años de ministerio petrino.

Por estos días celebramos, entonces, once años, desde que Francisco se convirtió en el primer Papa jesuita y latinoamericano en dirigir los destinos de la Iglesia para guiar a los católicos en la fe cristiana y al Vaticano como jefe de estado.

No han sido años fáciles ni para la Iglesia ni para el mundo.  El contexto y difícil panorama mundial en el que a Francisco le ha correspondido servir su pontificado ha estado marcado por conflictos bélicos como el de Sudán del Sur, el de Yemen, la violencia en Nigeria, el conflicto en Siria y el del Califato de Estado Islámico, además del actual conflicto ruso-ucraniano y, más recientemente, el conflicto bélico israelí-palestino, con las trágicas consecuencias y crisis humanitarias que cada guerra genera.

Junto a los conflictos mencionados, la barca de Pedro, timoneada por Francisco, ha tenido que navegar por entre la inestabilidad y tensiones en la Unión Europea, las amenazas de ensayos nucleares desde Corea del Norte, el pulso de poderío comercial entre Estados Unidos y China, las demandas sociales del movimiento “Me Too” junto a las de otros movimientos reivindicatorios de derechos civiles y de grupos sociales “minoritarios”, además de los avances tecnológicos, especialmente en el terreno de las telecomunicaciones, que han ido cambiando y transformando rápidamente el estilo de vida de los seres humanos y de la convivencia social.

Por si fuera poco, también hemos asistido, en esta última década, a grandes crisis de salud, como los brotes de ébola en África y la pandemia por el coronavirus covid-19, con cerca de seis millones de muertos desde su diagnóstico en la ciudad de Wuhan. Sumemos a este panorama las graves crisis migratorias de grandes masas de población africana huyendo hacia Europa, la de la población rohingya intentando huir desde Myanmar hacia Bangladesh y la de cientos de miles intentando cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, siempre en búsqueda de mejores condiciones de vida y siempre con una estela inmensa de padecimientos y de humillaciones entre quienes se ven obligados a abandonar sus patrias y sus querencias. Todo lo anterior, aunado a gravísimos desastres naturales, como el terremoto en Ecuador o el huracán en Haití.

A toda esta conflictividad y tragedias humanas, Francisco ha tenido que sumar graves problemas a su pontificado, al interior mismo de la Iglesia, tales como: la crisis que significó, para la Iglesia, la renuncia de su predecesor Benedicto XVI, los abusos sexuales por parte de clérigos, el incendio de la catedral de Notre Dame en París, la persecución a cristianos en el medio oriente por parte del llamado Estado Islámico, los ataques feministas y de otras ideologías contra la Iglesia. 

Por si fuera poco, como en el evangelio mismo, a Francisco no le han faltado los iscariotes, los traidores a las causas del evangelio haciendo oposición y negación a su pontificado y magisterio. Estas negaciones y traiciones en el seno mismo de la Iglesia, por parte de los “que mojan el pan en el miso plato” (Mt 26,23) duelen más y hacen más daño por el escándalo que causan contra la unidad exigida por el Evangelio.

Pero estas persecuciones padecidas por Francisco, son –para los discípulos– signo de autenticidad evangélica. Proceden de quienes siguen la lógica del mundo contraria a la del evangelio. Porque el que quiere seguir a Cristo “ha de cargar con la cruz” (Mt 16,24) que nace de las persecuciones y éstas, del choque entre el Evangelio y los criterios del mundo.

Porque si algo ha caracterizado a Francisco, desde el primer instante de su Pontificado, ha sido su apego a Jesús y a su evangelio, por lo que se ha convertido en luz y “signo de contradicción” (Lc 2,34-35) para la iglesia y para el mundo. De este apego al evangelio procede su autoridad, que es coherencia absoluta entre sus hechos y sus palabras, entre sus palabras y sus gestos.

Pero ¿Cómo ha respondido Francisco a las urgencias de la humanidad? ¿Qué ha hecho el papa Francisco para ganarse contradictores al interior mismo de la Iglesia? ¿Cuáles han sido las grandes líneas pastorales y evangelizadoras de Francisco durante su ministerio petrino?

Francisco ha impulsado iniciativas para la reforma de la curia romana y de la administración vaticana, especialmente en el campo de la economía y las finanzas, ha insistido en la necesidad de coherencia entre la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo y el estilo de vida de los agentes evangelizadores, de los líderes religiosos, de los obispos y presbíteros, ha endurecido las normas que ayuden a la protección de los menores y ha liderado la defensa de los derechos de los migrantes.

Pero, además, Francisco exhorta, a tiempo y a destiempo, en todos sus documentos, alocuciones y homilías a la renovación de la vida cristiana y de la Iglesia, a la vocación misionera, al cuidado por “la casa común”.  

En sus incontables viajes, en sus encuentros con comunidades o con líderes del mundo, en las jornadas mundiales de la juventud, en sus escritos, en todas sus intervenciones, en el simbolismo de sus gestos proféticos y evangélicos y, especialmente, en sus tres Cartas Encíclicas: Lumen Fidei (sobre la fe como luz para ser compartida) Laudato Si (sobre el cuidado de la casa común), Fratelli Tuti (sobre la fraternidad universal) Francisco se ha perfilado como el Papa de la misericordia, de la sinodalidad y del ecumenismo.

¡Enhorabuena! Parafraseando a Alberto Cortéz, católicos y hombres y mujeres de buena voluntad nos congratulamos por la presencia y guía de Francisco y cantamos porque este “barco frágil… tiene aferrado a su timón, por capitán y timonel” a un gran hombre, a un cristiano auténtico, a un pastor bueno. ¡Que Francisco nos acompañe por muchos más años!

 

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