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Lo mejor que aprendí cuando volví a la escuela

Monseñor John Enzler da la Comunión a un estudiante de la escuela secundaria St. John's College en Washington, D.C., durante la misa de apertura del año escolar el 8 de septiembre de 2023. Monseñor Enzler, graduado en 1965 de St. John's, regresó allí para servir como capellán de la escuela. Foto/Mihoko Owada

Hace años, uno de mis buenos amigos, el padre Ray Kemp, se presentó como candidato a la Junta Estatal de Educación del Distrito de Columbia. Sus carteles para vehículos y el lema de su campaña siempre me hacían sonreír: "Manda a Kemp de vuelta a la escuela."

Este año he vuelto a la escuela. Ha sido una experiencia estimulante, fascinante y muy educativa volver a la secundaria de la que me gradué. Volví a la escuela St. John's College como capellán y formo parte del departamento de misión y ministerio, que también comprende tres laicos muy comprometidos, que aportan una gran experiencia para enriquecer la vida de los alumnos.

Ahora, cuando el año escolar llega a su fin, me doy cuenta de lo mucho que he disfrutado en la que fue mi escuela. Me siento animado por los estudiantes, que parecen realmente entusiasmados de estar allí con sus compañeros. A mí no me importaba tanto la escuela, pero no creo que, en mi época hace unos 60 años, eso me pareciera atractivo como a los jóvenes de hoy, que disfrutan de estar con sus amigos, aprender, crecer y lograr todo lo que la educación les puede ofrecer.

Me paso todo el día en St. John’s y soy parte de su personal, pero no ignoro que cada escuela tiene sus propias virtudes. No es que sugiera, de ningún modo, que St. John's sea la mejor o que tenga la única forma correcta de hacer las cosas. Me siento agradecido por todos los establecimientos educativos, especialmente las escuelas católicas, que también pueden enseñar la fe y los valores.

Pensando en esto, hubo algunas cosas que me impactaron este año, empezando por los retiros. Todos fueron experiencias maravillosas y llenas de fe. Participé personalmente en los retiros de los estudiantes de primero, segundo y tercer años, y ayudé, aunque no asistí, a los retiros Kairos, de cuatro días, para los alumnos de último año. Sé, por el tiempo que pasé en la pastoral juvenil, lo muy eficaces que son esos retiros Kairos.

También tuvimos una excelente semana de reflexión sobre la justicia social, y celebramos los frutos de los muchos ministerios que operan en nuestra área, como Caridades Católicas y SOME (So Others Might Eat o “Para que otros coman”). Algunos de sus representantes hablaron con los estudiantes sobre las misiones que cumplen y sobre la necesidad de cuidar a los menos afortunados.

Toda la semana fue bien recibida por los alumnos, que también tuvieron la oportunidad de participar en los eventos. En las oraciones, Misas y seminarios de esa semana hubo grupos externos que compartieron sobre su propia identidad, su trabajo y su misión, que está basada en el mensaje de Jesús de dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo y visitar a los enfermos y encarcelados (Mateo 25, 31-46).

Lo tercero que realmente me impresionó fue el programa de acompañamiento entre compañeros. Cuando llegan los alumnos de primer año son recibidos y acogidos por estudiantes de último año previamente seleccionados para este servicio. Cada año, St. John's selecciona a 45 acompañantes que guían a los estudiantes de primer año en su proceso escolar, les ayudan en la orientación, planifican retiros para ellos y organizan liturgias a lo largo del año para todos los cursos.

Algo que me pareció curioso especialmente fue el número de los que quieren ser acompañantes. Este año tuvimos unos 340 alumnos de tercer año, y 150 de ellos pidieron ser acompañantes. Esto es fantástico: casi la mitad de los alumnos de último año quieren tener participación en la formación en la fe y el liderazgo de los alumnos de cursos inferiores. Lo hacen porque quieren retribuir el beneficio que recibieron cuando ellos llegaron a St. John's hace cuatro años.

Cada solicitante escribe una composición y tiene una entrevista, pero debo decir que seleccionar apenas a 45 postulantes de los 150 que eran magníficos no es fácil. Cada estudiante tiene dones y talentos que aportar al programa. Estamos buscando alguna manera de ver que aquellos que no fueron seleccionados sigan teniendo la oportunidad de servir y guiar a otros en su último año.

Hace poco escribí una nota a los padres diciéndoles que me parece que el programa de acompañamiento entre compañeros es la "receta secreta" que logra que el alumnado de St. John's sea tan cohesionado. Recibir y guiar a los nuevos alumnos cada año sin duda contribuye a fomentar la armonía en los pasillos, la alegría en la cafetería durante el almuerzo y el gran espíritu de camaradería en las obras de teatro, los deportes y los programas de liderazgo.

Teniendo todo esto en cuenta, creo que lo mejor y más alentador que aprendí al volver a la escuela es que nuestros jóvenes son verdaderos líderes de la fe. Tienen dones que aportar y están deseosos de compartir esos dones públicamente siendo guías de grupos pequeños, dando charlas, recibiendo a los alumnos de primer año y simplemente pasándolo bien en una comunidad que abre los caminos de Dios a los demás.

Hay, por supuesto, diferencias con respecto a la época en que asistí a St. John's hace más de 60 años. Lo que más me llamó la atención es que ya no hay Hermanos de La Salle. Cuando estudiaba allí, había unos 16 que vivían y enseñaban. De hecho, recuerdo que en la primavera pasada presidí el funeral del hermano Patrick, el último que fue asignado a la escuela.

Supongo que eso me convierte en “la” presencia religiosa —o mejor dicho, uno que lleva alzacuello sacerdotal— en la escuela y en los actos y actividades que allí se llevan a cabo. Me alegra serlo y ayudar en lo que pueda. Percibo que Dios actúa en los alumnos y en el personal de St. John's, y espero que ellos vean que Dios actúa en mí.

Qué bendición tan magnífica de Dios es volver, tanto a mi propia escuela como a mis días de pastoral juvenil al principio de mi sacerdocio, y poder pasar horas y días dedicados a atender a los jóvenes de hoy, que van de camino a encontrar a Dios y dejar que la luz de Dios resplandezca cada día en la forma en que viven, actúan y comparten su fe.



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