Hace poco asistí a la cena de gala anual de Caridades Católicas. No pude haberme sentido más contento con lo bien que lo pasamos todos y, más importante que eso, con la excelente obra que sigue realizando Caridades Católicas. Fue una bendición celebrar lo trabajado en nombre del Señor y en beneficio de los más necesitados.
Pensando en la gala de 2023, que fue mi última como presidente y director ejecutivo de Caridades Católicas antes de jubilarme a fines de junio, me cuesta creer que ya haya pasado casi un año. Pero me resulta sumamente gratificante ver que el arduo trabajo que todos llevamos a cabo durante el tiempo que permanecí allí prosigue con el mismo entusiasmo bajo el liderazgo de nuestro nuevo presidente y director ejecutivo Jim Malloy.
Jim tiene conexiones previas con la arquidiócesis y un historial de trabajo en la parroquia de San Juan Bautista, en Silver Spring, así como en la escuela secundaria St. John’s y en la Academia Naval de Estados Unidos. En la Marina estadounidense tuvo una fructuosa carrera durante 36 años, alcanzando el rango de vicealmirante (tres estrellas). Su labor trae consigo excelentes aptitudes de liderazgo a Caridades Católicas, y tenemos la bendición de beneficiarnos de su creatividad, dedicación y dotes.
Ahora es evidente para todos algo que ya sabíamos cuando Jim fue contratado: su fe en Dios y en la Iglesia Católica. Como católico comprometido, tiene un profundo deseo de servir a cuantos llegan a nuestras puertas. El comité encargado de buscar postulantes hizo una labor excelente al seleccionar a un gran líder, y es magnífico comprobar que la función que yo intenté cumplir lo mejor que pude ahora la está desempeñando Jim de un modo digno de elogio.
Caridades Católicas está en buenas manos, no solo con Jim, sino también con su equipo ejecutivo, su excepcional cuerpo de personal y voluntarios, y sus generosos donantes. No me preocupa en absoluto el futuro de Caridades Católicas ni su capacidad para llevar a cabo una labor muy fructífera en bien de los necesitados en los años venideros. En la cena de gala de este año se recaudaron más de tres millones de dólares, lo que permitirá apoyar casi 50 programas en 27 lugares diferentes de la Arquidiócesis.
Ahora, la función que me toca desempeñar en Caridades Católicas es un tanto menor, como defensor de la misión, pero mi amor a Caridades Católicas, a su gente y a su trabajo no ha disminuido ni un ápice. El cardenal Wilton Gregory me dijo hace poco más de un año: “John, cerciórate de que nos mantengamos en nuestro carril”, es decir, asegúrate de que no perdamos nuestra identidad católica. Mi trabajo ha sido pan comido, ya que eso nunca ha sido algo de qué preocuparse.
Somos católicos hasta la médula y de eso nos enorgullecemos. Hace años, cuando le preguntaron al cardenal James Hickey, cuando era arzobispo de Washington, si para recibir ayuda de Caridades Católicas era necesario ser católico —cosa que no es así— él respondió: “Servimos a los sin techo no porque ellos sean católicos, sino porque nosotros somos católicos”. Ahora, Jim Malloy tiene ese mismo compromiso.
Por mi parte, también ayudo un poco con el proceso de recaudación de fondos, pero mi nueva labor como capellán en la escuela St. John’s es la que me ocupa casi todo el tiempo. Me encanta esta nueva etapa en el servicio al Señor, ahora prestando servicio a los jóvenes, y nada menos que en la escuela de donde me gradué.
Qué enorme bendición fue para mí el magnífico don de servir durante 12 años en Caridades Católicas. Pero no es una bendición menor el ver que el trabajo continúa y crece bajo el liderazgo de Jim Malloy, su equipo ejecutivo y tantos otros.
Hermanos, por favor, sigan apoyando a Caridades Católicas en la medida de sus posibilidades. Necesitamos su ayuda. Es una agencia estupenda, que hace mucho, pero que necesita que todos contribuyamos a su labor y la apoyemos de la manera que podamos, ya sea donando tiempo, talento o tesoro.
Como suelo decir a menudo, la retribución es “fuera de serie”. Todos los que contribuyen a Caridades Católicas y trabajan en ella tienen la bendición de experimentar la alegría que causa el servir al prójimo y llevar a cabo la obra de Dios día tras día.