Quizás yo sea un niño grande, pero aún me encantan los días festivos. Ya estamos entrando en la que ha sido durante mucho tiempo mi época favorita del año.
Esto se debe en parte a que las fiestas de Acción de Gracias y Navidad están muy cercanas en el tiempo, pero lo más interesante es la forma en que las personas actúan, la felicidad que irradian y cómo difunden esa bondad y encanto durante estos momentos especiales.
Las decoraciones en las iglesias, en las calles, e inclusive en las tiendas nos recuerdan que nos estamos acercando a la época en la que salimos de nuestra rutina habitual. El clima se pone más frío y nosotros mismos calentamos el ambiente con la forma en que vivimos y celebramos la vida. Nos reunimos en fiestas para disfrutar de la compañía de los demás, así como para degustar el ponche de huevo, las galletas, el chocolate caliente y otras delicias de la temporada que se han ido transmitiendo de generación en generación.
También amo absolutamente las festividades como pastor. En realidad, hace 14 años desde que fui pastor por última vez, siendo la Navidad y la Pascua de Resurrección algunas de las fechas que más extraño.
He apreciado más esta perspectiva desde que he ido envejeciendo. Nada supera el hecho de estar en la iglesia hablando con las personas, muchas de las cuales no has visto por cierto tiempo porque se han mudado y están ahora de regreso a “casa” por las festividades. Las personas te saludan con alegría y felicidad y usualmente están ansiosas de ponerse al día con el pastor que han conocido por mucho tiempo, y quien quizás haya celebrado sus matrimonios.
A veces describo el hecho de ser pastor como si fuera el alcalde. Te conviertes en el centro de atención de la parroquia, que a veces puede tener dificultades, pero es una alegría durante las fiestas porque percibes la felicidad de tanta gente.
Una de mis imágenes favoritas de anteriores Navidades, especialmente en los tiempos en que las misas de medianoche eran más frecuentes, es la de mujeres jóvenes que me contaban que esa misma noche se habían comprometido. Esto sucedía con regularidad. A veces, hasta tres o cuatro jóvenes novias me mostraban con entusiasmo sus nuevos anillos de compromiso, expresando la alegría que genera el compromiso de compartir la vida con alguien especial.
A la gente también le gusta hacer bautismos durante las festividades. Ya tengo programados algunos para el fin de semana de Acción de Gracias y habrá más durante el resto de la temporada festiva. Usualmente se trata de personas que regresan a sus ciudades para las fiestas y quieren que sus hijos sean bautizados en sus parroquias de origen, donde encuentran y celebran el amor de Dios. Qué bendición celebrar eso con ellos.
Me encanta incluso el hecho de que las tiendas estén llenas de energía. Puede que haya mucha gente y actividad, pero aun así siento la presencia de Dios en la forma en que las personas se tratan y se apoyan entre sí. Están haciendo más que simplemente ir de compras.
Uno de mis recuerdos favoritos de las Navidades es cuando estuve parado detrás de un niño en una fila en una tienda para pagar. El niño estaba comprando un regalo para su mamá, pero no tenía suficiente dinero. El regalo costaba $15 y él tenía solo $11. Sentí una gran satisfacción al darle a ese joven los 4 dólares que necesitaba para completar la compra.
Espero que ese obsequio haya hecho que la Navidad de ese niño fuera especial y que, al recibir el regalo, haya sido especial para su mamá. Pero yo recibí la verdadera bendición, poder ayudar y compartir la alegría y la felicidad de un niño que regalaba de corazón.
La temporada festiva y ese momento sacaron lo mejor de mí, y oro para que esta temporada saque lo mejor de todos nosotros, quienes nos regocijamos en la maravilla del amor mismo naciendo de nosotros y entre nosotros.
Sé que es una época del año muy agitada e incluso estresante para algunos de nosotros, pero espero que encuentren momentos de paz para reflexionar sobre el don de Dios. También espero que encuentren alegría y felicidad al hacer algo por los demás.
Alegría y felicidad al hacer que Dios cobre vida para aquellos que conocemos. Alegría y felicidad al ver que el espíritu de San Nicolás cobra vida para compartir la fe, la esperanza y el amor mientras recordamos el regalo más grande que jamás se nos ha dado.
Me encanta la temporada, las celebraciones y la oportunidad de estar con amigos. Me encantan las cenas especiales, la música y las hermosas liturgias. Me encanta que podamos disfrutar juntos lo suficiente como para dejar que el amor y la luz de Dios brillen y nazcan en nuestro mundo una vez más.
San Juan dice: “Dios es amor y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. (1 Juan 4:16). Si compartimos amor unos con otros, compartimos la presencia misma de Dios. Que regalo dar y recibir!