Catholic Standard El Pregonero
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La comunidad y El Pregonero

El padre Sean O'Malley, hoy arzobispo de Boston, fue el fundador de “El Pregonero”. Foto/Jaclyn LippelmannCon el paso del tiempo el logo de “El Pregonero” sufrió una serie de cambios.Hermana Manuela Venceslá fue una de las más fervientes defensoras de “El Pregonero”. Primera edición de ‘El Pregonero” que fue publicada en agosto de 1977.

Un pueblo sin escritura, es un pueblo sin historia. Una comunidad sin periódicos es una comunidad en el olvido. La historia de nuestra comunidad, una comunidad de fe con una firme andadura, se reflejan en las páginas de El Pregonero, cuya historia es la saga misma de una nación hecha por inmigrantes, un lugar a donde llegaron millones de personas en busca de refugio y oportunidades de una vida mejor para sus familias y donde los capítulos más recientes –de esa historia– continúan siendo escritas por inmigrantes.

A pesar de que la presencia hispana en lo que hoy es Estados Unidos se remonta a más de cuatrocientos años, nuestra historia en el área metropolitana de Washington es de reciente data, y la encontramos escrita en nuestros periódicos. Entre ellos, al margen de toda presunción, sobresale El Pregonero –el periódico hispano más antiguo y respetado del área– que este 2014 cumplió treintaisiete años ‘caminando’ con nuestra comunidad.

El Pregonero salió a la luz, el mes de agosto de 1977, como un modesto boletín mensual del Centro Católico Hispano con el claro y expreso objetivo de dar a conocer los programas y actividades del centro y de la Capilla Latina, hoy parroquia de Nuestra Señora Reina de Las Américas.

Eran épocas de crecimiento rápido de nuestra comunidad y, como era de esperarse, de los servicios del Centro Católico Hispano cuyas actividades crecieron en proporción geométrica, Los pasos iniciales de El Pregonero marcaron el sendero de lo que sería, y es, su función primordial: Servir a la Comunidad.

Sus primeros temas hablan por sí solos: su preocupación por los atropellos que se cometían en contra de las empleadas domésticas del área metropolitana, sus desvelos por la situación legal de los indocumentados, y su interés por la educación de nuestra comunidad.

Tres temas capitales: justicia social, educación e inmigración. Ese fue el trípode sobre el cual se apoyaba el entonces boletín informativo mimeografiado de dos hojas tamaño carta.

Sin apartarse de sus pasos primigenios, como toda obra perfectible, el hoy maduro quincenario, a lo largo de sus treintaisiete años de vida, ha sido testigo de excepción del crecimiento, padecimiento y logros de nuestra comunidad, en la capital de Estados Unidos.

Los hechos más importantes de esa historia, que continúa escribiéndose, se leen en sus páginas con el mismo espíritu que, allá por 1977, empezó a marcar el derrotero que sigue esta casa editorial en un nuevo milenio.

La primera puerta que tocan los más vulnerables en busca de ayuda es la Iglesia. Es así como, con la influencia de las hermanas carmelitas, se creó un boletín mensual –El Pregonero– donde se anunciaban clases de inglés, viviendas accesibles y otros servicios que ofrecían las parroquias de la arquidiócesi 

Cuando la hermana Manuela llegó al Centro Católico, en 1976, estableció, con la anuencia del director del centro, el padre Sean O'Malley, hoy cardenal de Boston, Massachusetts, la Asociación de Trabajadoras Domésticas para velar por la suerte de esas mujeres, muchas de ellas desamparadas.

“En esa asociación se les protegía y se les proporcionaba un lugar donde reunirse todos los domingos”, solía decir la hermana. Esa fue la primera idea que dio paso a la directiva de una asociación que con el correr del tiempo se hizo imprescindible.

Lo cotidiano para las domésticas era el excesivo trabajo, el sueldo mínimo y, en muchos casos, la falta de pago de sus salarios. Se realizaron exitosas campañas concientizadoras como el de la panameña Elsa Beytia, trabajadora doméstica que fue abandonada a su suerte por estar enferma de cáncer, un triste caso donde El Pregonero hizo una gran campaña.

El primer boletín dio cuenta, también, de la gran preocupación por la suerte de los indocumentados al dar a conocer y apoyar la propuesta de darle amnistía a los indocumentados, que el Presidente Jimmy Carter presentó al Congreso el 4 de agosto de 1977.

En otro frente: “La rebelión de las domésticas”, titular del artículo con el que se inició la campaña en favor de esas trabajadoras, fue uno de los primeros casos donde se libraron tozudas batallas en favor de la justicia social. 

Otra exitosa batalla -que a la larga definió el perfil del futuro semanario, luego quincenario- fue el caso del edificio Kenesaw. A fines de 1977, ese edificio, ubicado en el 3060 de la calle 16, en el noroeste de Washington, se convirtió en el foco de atención de Mount Plaesant y Adams Morgan, en el símbolo de resistencia contra el desalojo sistemático de las familias de bajos ingresos.

El siguiente año, 1978, la persecución del inmigrante pobre e indocumentado se convirtió en un tema de política local y nacional, según el entonces boletín del Centro Católico Hispano.

EL NÚMERO TRES ES BILINGÜE

En esa edición se celebra los primeros diez años del Centro Católico Hispano (octubre 1967-octubre 1977), reafirmando sus metas y objetivos iniciales: “El Centro es una agencia de referencia e información para los recién llegados al país, consigue trabajo a los que no lo tienen, mantiene una pequeña clínica y ayuda a la comunidad latina con el proceso de formar parte del pueblo norteamericano, preservando su cultura hispana”.

Por esa época, los hispanos éramos una comunidad cuyas estadísticas de población, educación y aspiraciones no estaban bien determinadas.

El boletín del Centro Católico empezó a crecer y a madurar, y en junio de 1978, ya convertido en un tabloide, fue por vez primera a la imprenta. Había llegado la hora de su confirmación, donde el tema del Festival Latinoamericano se planteó como “la gran ventana” a través de la cual se nos veía.

Esa hora llegó, coincidentemente, con “La victoria del Kenesaw” desplegada con generosidad en su primera plana. Familias de bajos ingresos agrupadas en un proyecto comunitario, iniciado por la organización Adelante y continuado por el Centro Católico Hispano, consiguieron defender con éxito su hogar.

El edificio pasó a manos de los inquilinos, luego de15 meses de lucha, en los que 50 familias de diferentes nacionalidades, pasaron por muchas crisis, desde una orden de desalojo, corte de servicios básicos como el aire acondicionado, hasta la incertidumbre de los fondos para la rehabilitación del edificio.

De un simple boletín, El Pregonero pronto se convirtió en un tabloide teniendo a la información local como su columna vertebral, además de tener una columna editorial, secciones de educación, servicio comunitario, cocina, sociales y deportes.

Meses antes de ese período de transición, el boletín dio cuenta de un hecho que afectó a nuestra comunidad: la desaparición de la Voz Radial Latinoamericana, conocida como ‘La Grande’ o ‘Radio Latina’, que al margen de adolecer de una programación cultural sólida, fue por una década la única fuente de información y recreación dirigida a la población hispana, que entonces se calculaba en 150 mil.

La desaparición de ‘Radio Latina’ dejó un gran vacío en nuestra comunidad. Es en ese contexto que El Pregonero hace su aparición como un tabloide de cuatro páginas.

En los siguientes números se reconocía la importancia del festival latinoamericano como ‘la gran ventana’ a través de la cual se nos veía: el sueño de Bolívar -de ver a una América Latina unida- se hacia realidad todos los años el último fin de semana de julio.

Ese festival fue cayendo paulatinamente en el olvido debido a la incapacidad de sus dirigentes de resolver sus pugnas internas. 

Como los inquilinos del edificio Kenesaw, que no descansaron en la lucha de una vivienda decente y justa, El Pregonero se sumó decididamente a la defensa de los ideales de justicia y equidad reflejando en sus páginas el notorio crecimiento de nuestra comunidad.

Crecimiento que se traduce, también, en una mayor información en la secciones de Resumen de Noticias, Acción Comunitaria y la columna ‘Nosotras’ escrita por la Asociación de Trabajadoras Domésticas.

DICIEMBRE DE 1978

El Pregonero, cuya presencia se fue haciendo más notoria en la ciudad, estilizó su logotipo y aumentó sus páginas –con temas locales e internacionales– y su personal ganando en variedad y personalidad, a los nombres del padre Sean O'Malley y de Silverio Coy, el primer editor, se sumaron los de Ernesto Clavijo, Rafael Blanco y Eddy Vacaflor.

Lo propio sucedió con nuestra comunidad, en abril de 1979, el entonces alcalde Marion Barry nombró al puertorriqueño José Gutiérrez como jefe de personal de las reparticiones de la comuna.

El Censo de 1980 nos muestra otro ángulo de ese insoslayable crecimiento. En los censos anteriores no existía un espacio destinado a precisar la procedencia del censado, lo que motivó en numerosas oportunidades airadas reacciones de la comunidad hispana y afroamericana, que criticaron esa falta de confiabilidad y exactitud del censo.

A fines de 1979, se sienta un importante precedente frente a las ignominiosas persecuciones de indocumentados hispanos. El juez federal Louis Oberdorfer declaró inconstitucional el allanamiento de moradas en busca de personas indocumentadas.

La decisión de Oberdorfer en el caso Blackie's señalaba que los agentes de inmigración no podrán entrar a los restaurantes y negocios en el Distrito de Columbia para arrestar indocumentados, sin tener la descripción y el nombre de las personas que buscan. 

En noviembre de 1978, agentes de inmigración irrumpieron en el restaurante Blackie's para arrestar a los empleados que se disponían a servir el almuerzo a los clientes. La orden de arresto del Servicio de Inmigración y Naturalización decía: “Las personas de las que se sospechaba tenían características personales de extranjeros, y se vestían como nativos hispanos de Centro y Sur América”.

El citado juez federal sentenció que “los restaurantes tienen derechos constitucionales y que esas redadas constituyen una violación de la IV Enmienda de la Constitución, la cual prohíbe el allanamiento y decomiso irrazonable”.

En 1981, el conflicto armado en El Salvador y el asilo político para los salvadoreños empezó a convertirse en una de las mayores preocupaciones de la comunidad hispana del Distrito de Columbia.

Los refugiados salvadoreños llegaban sin visa al Distrito de Columbia, y por entonces su número se estimaba en unos 40 mil, cifra que pronto se multiplicó. A fines de ese año, coincidentemente, con la masiva llegada de los salvadoreños hace su aparición la primera página deportiva de El Pregonero.

Mas, los continuos avatares de los refugiados salvadoreños en Washington, DC, se multiplicaron dramáticamente: esos refugiados que huyeron de una cruenta guerra civil enfrentaban el miedo y la desesperación de ser capturados por la policía o los oficiales de inmigración. 

En ese contexto, había que demostrar que existíamos y la única manera de hacerlo era participando, sobre todo en el área educativa que tiene en las páginas de El Pregonero un lugar preferencial.

Para entonces, luego de haberse publicado mensualmente por cinco años, El Pregonero, se convirtió, el 15 de marzo de 1982, en una publicación semanal. Su cobertura abarcaba ya el área metropolitana de Washington, que comprende el Distrito de Columbia, el Norte de Virginia y Maryland.

La preocupación por el voto y por una mayor representación hispana en el gobierno de la ciudad se hace cada vez más patente.

Los candidatos para la alcaldía de Washington, DC, se empiezan a interesar por el voto hispano, cuya creciente población aún no se traducía en una efectiva presencia política. Mas, la participación hispana despertó muchas expectativas en 1982. Fue un momento crucial.

En mayo de 1982 asume la dirección Enrique Eduardo y por primera vez el periódico tiene un editor a tiempo completo, gracias a la ayuda del Centro Católico Hispano y de los padres Palotinos. Se abrieron nuevas secciones, se mejoró la calidad de las informaciones, la diagramación se hizo más ordenada y se amplio el radio de circulación.

En Washington, DC, como en todo el país, los hispanos empiezan a recoger los frutos de la constante lucha por sus derechos.

La Corte Suprema de Justicia sentenció que los estados y condados en todo el país están obligados a dar educación gratuita a los niños extranjeros de padres indocumentados. Meses atrás a un niño de padres indocumentados del estado de Texas se le había negado el acceso a una escuela pública. El hecho provocó un litigio que mantuvo en ascuas a todos los inmigrantes indocumentados.

Con el dictamen favorable de la Corte Suprema se ganó una de las más importantes y cruciales batallas para los inmigrantes indocumentados: el derecho a la educación. 

Batallas que se ampliaron pronto a nuevos frentes, como la lucha por los beneficios sociales y medicamentos que otorgan los programas federales y estatales a los niños.

La feliz noticia de la Corte fue notificada a miles de padres que aspiraban para sus hijos, a través de la educación, mejores niveles de vida. Los inmigrantes indocumentados eran en su mayoría campesinos pobres, trabajadores manuales y artesanos.

La comunidad hispana se ha venido multiplicando rápidamente y a través de multitudinarias marchas continua haciendo sentir su voz.

Con ciertos altibajos llegamos a enero de 1984, fecha en que el otrora boletín mensual se consolidó como un periódico semanal. Un hecho interesante, y fugaz, fue el esfuerzo de publicar una página escrita en portugués con la inteción llegar a la comunidad católica portuguesa, mientras se ampliaba su radio de acción.

Como el ‘pecado’ de ser joven se cura con el tiempo, la madurez fue perfilando, sin mucha alharaca, la sobria personalidad de El Pregonero.

QUINCE PRIORIDADES

En 1984, el entonces arzobispo de Washington, cardenal James Hickey, llamó a un proceso de consulta, dirigido por el padre Roberto González, hoy arzobispo de San Juan, Puerto Rico, para evaluar el estado del ministerio hispano en el seno de la Arquidiócesis de Washington.

La citada consulta, seguida por un estudio de los secretariados y el personal de la arquidiócesis sobre las necesidades y aspiraciones de los católicos hispanos, estaba en sintonía con el resto del país, los obispos y líderes del ministerio hispano, quienes se preparaban para el Tercer Encuentro Nacional que se realizó en 1985.

Entonces se identificaron 15 prioridades pastorales y una serie de recomendaciones para hacer un ministerio comprensivo y reforzado. Entre las recomendaciones, publicadas en EP el 17 de abril de 1986, la novena decía a la letra: “Que la relación que se ha establecido entre el Catholic Standard y El Pregonero sea reconocida como la más beneficiosa para la comunidad hispana y digna de encomio para la arquidiócesis, la cual debe ser reforzada y desarrollada”.

Así fue que, el 9 de enero de 1985, El Pregonero pasó a formar parte de Carroll Publishing (ver editorial del Catholic Standard del 17 de enero de 1985) 

RENOVACIÓN Y CRECIMIENTO

A mediados de los ochenta se suman al plantel editorial, que dirige Enrique Eduardo, los reporteros Ricardo Trotti y Oscar Reyes, quien luego en 1986 asumiría la dirección del semanario. Para entonces, el “modesto boletín del Centro Católico” ya tenía un espacio y un lugar en la comunidad hispana.

El periódico y su planta editorial siguió renovándose y creciendo. En 1988 se suma Rafael Roncal, en los noventa José Carnevali, Santiago Távara y Ana Acosta. El Pregonero ya es parte indisoluble de la historia de nuestra comunidad.

Por esta casa editorial pasaron numerosos colaboradores, fotógrafos y reporteros entre los que destacan Luis Minaya, Raúl Medrano, Alfonso Aguilar, Michael Alexander, Mike Hoyt, Hugo Marino Romero, Rebeca Logan, Mauricio Benavides, Rafael Crisóstomo, Alex Ortiz y Francisco Vega. 

La actual planta editorial de El Pregonero está integrada por Rafael Roncal (director), Miguel Vivanco y Andrea Acosta. En fotografía tenemos a Jaclyn Lippelmann. En producción a Patricia Castrillo y Javier Díaz. En publicidad y circulación a Irieska Gutiérrez, Luis Parada, Silvia Bedón y Karla Elie.

UNIRNOS, NO SEPARARNOS

La historia, con altibajos, continúa. Mount Pleasant, domingo 5 de mayo de 1991: gritos que claman justicia y respeto. Lunes 6: vandalismo y pillaje, en la que participaron gentes de todo pelaje. Martes 7: toque de queda indefinido de siete de la noche a cinco de la mañana, vuelve la calma a la Mount Pleasant.

Los desórdenes tuvieron como detonante el arresto –por beber en la calle– del trabajador de construcción Daniel Gómez, quien fue herido de bala por ofrecer resistencia al ser detenido por una mujer policía.

El incidente de Mount Pleasant sacó a flote frustraciones larvadas que tienen parcial explicación en el abuso y la poca sabiduría con que las autoridades policiales enfrentaban los problemas de los inmigrantes.

En toda esa grita, quedó en claro la importancia de unir lazos con las demás comunidades. La necesidad imperativa de trabajar juntos, de unirnos en vez de separarnos.

Los 90 fueron los años de la consolidación de El Pregonero y, también, de la aparición de nuevas publicaciones hispanas: claro reflejo del crecimiento del mercado hispano, de nuestra comunidad y de su necesidad de una mayor cobertura informativa.

Esa década fue la piedra de toque que reveló a los hispanos cómo una comunidad es capaz de trascender sus orígenes nacionales, demostrando que podemos convertirnos en un todo coherente. 

Las páginas de esos años –de EP– reflejan cómo, de una 'minoría pasiva’, los hispanos hemos pasado a ser una 'minoría proactiva' capaz de inclinar la balanza electoral norteamericana, como sucedió en las últimas elecciones presidenciales. Las cifras de los dos últimos censos son más que elocuentes.

En sus treintaisiete años de vida El Pregonero ha recibido, a nivel nacional,  importantes reconocimientos por su excelencia editorial por la Asociación de Prensa Católica y la Asociación de Publicaciones Hispanas.

Entre sus columnistas destaca el actual arzobispo de la Arquidiócesis de Washington, cardenal Donald W. Wuerl, quien desde su llegada a la arquidiócesis, hace 8 años, tiene una importante columna en El Pregonero (‘Las enseñanzas de Cristo’). Y bajo su liderazgo se reafirmó y rediseñó El Pregonero en su edición impresa y electrónica.

Hasta su reciente jubilación, contábamos también con la colaboración del obispo auxiliar Francisco González, SF, quien, además de escribir su columna ‘Reflexiones’ por más de dos décadas, sirvió a nuestra comunidad desde los años sesenta y, bajo su liderazgo, se elaboró un plan pastoral para la comunidad hispana en el 2005.

Muchas personas dejaron su indeleble impronta en esta casa editorial como el desaparecido cardenal James A. Hickey, quien dio un apoyo enterizo a El Pregonero. El cardenal Theodore McCarrick, así como, también, los obispos auxiliares Álvaro Corrada del Río, SJ, y Kevin Farrell.

NUEVOS DESAFÍOS

En el umbral del nuevo milenio, El Pregonero enfrenta retos propios de nuestro tiempo que son, también, los desafíos de una cada vez más numerosa comunidad hispana, amén de plantear una gran interrogante: ¿Seremos capaces de traducir esos números en conquistas concretas?

Por lo pronto, y en consonancia con una nueva era tecnológica, hemos emprendido el gran desafío de complacer y brindar a nuestros lectores una mayor cobertura y rápida información de noticias a través de un renovado y moderno portal cibernético.

El 3 de octubre de 2014 se lanzó un versátil portal cibernético ameno e informativo, rico en contenido y con funciones que no son posibles de implementar en un medio impreso como, por ejemplo, una versátil galería de fotos.

Estas nuevas iniciativas expandirán, sin lugar a dudas, nuestros talentos y habilidades para expresar nuestra pasión para servirles mejor, mientras caminamos juntos.

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