Cientos de miembros del sindicato de la construcción se pusieron de pie el 25 de abril y se llevaron la mano al corazón en la iglesia de San Camilo, en Silver Spring, mientras una campana repicaba 20 veces y se leían en voz alta los nombres de los 19 trabajadores de la construcción que fallecieron el año pasado cuando cumplían sus funciones en Washington, DC, Maryland y Virginia. El vigésimo repique de la campana fue en memoria de los trabajadores de la construcción que pueden haber perecido en sus lugares de trabajo durante ese tiempo, pero cuyos nombres se desconocen.
Durante la misa anual celebrada en memoria de los trabajadores del sector de la construcción, el párroco de San Camilo, Brian Jordan, se puso un casco blanco con una cruz e incensó los 20 cascos blancos adornados con rosas que fueron colocados sobre sillas en semicírculo delante del altar.
Cada uno de esos cascos llevaba el nombre de uno de los trabajadores de la construcción caídos, y seis cascos estaban ubicados en el centro del semicírculo ostentando los nombres de los trabajadores fallecidos el 26 de marzo mientras hacían reparaciones nocturnas en el puente Francis Scott Key, de Baltimore, después de que un gran buque de carga colisionara con el puente y provocara su colapso.
Delante del altar, y ante la mirada de los trabajadores y funcionarios que concurrieron a la Misa, estaban los cascos con los nombres de los seis trabajadores, todos ellos inmigrantes hispanos en Estados Unidos: Alejandro Hernández Fuentes y Carlos Daniel Hernández, de México; Dorlian Ronial Castillo Cabrera y José Mynor López, de Guatemala; Miguel Luna, de El Salvador; y Maynor Yassir Suazo Sandoval, de Honduras.
Al concluir su labor aquella noche, “ellos querían volver a casa con sus familias y sus seres queridos”, dijo el padre Jordan, señalando que 14 de los 19 trabajadores de la construcción que perecieron el año pasado mientras cumplían su trabajo en la zona triestatal eran hispanos.
La misa anual se celebra en la fecha del Día Internacional en Memoria de los Trabajadores Fallecidos y Heridos, que se conmemora en todo el mundo el 28 de abril. La AFL-CIO señaló, en una página web dedicada a este tema, que “cada día mueren más de 340 trabajadores y más de 6.000 sufren lesiones y enfermedades debido a condiciones de trabajo peligrosas y prevenibles”.
Cerca del altar se exhibieron estandartes de sindicatos de pintores y oficios afines, plomeros y gasistas, técnicos de climatización, electricistas, carpinteros, obreros y jornaleros, chapistas y camioneros. Muchos de los sindicalistas presentes lucían camisetas con los símbolos de sus sindicatos.
En su homilía, el padre Jordan reconoció que, en su propio trabajo, experimenta ocasiones de estrés pues sirve en una parroquia bastante atareada que es “multicultural, multilingüe y multi-complicada”. Comentando que cuenta con la ayuda de un director espiritual, dijo: “Nosotros no somos máquinas ni robots. Somos seres humanos y tenemos nuestros límites”, y animó a los trabajadores a que busquen ayuda si les toca pasar por momentos difíciles.
“No te lo guardes para ti; el alcohol y las drogas no funcionan. Habla con alguien”, aconsejó el padre Jordan, señalando que el año pasado en su iglesia hubo siete funerales de personas menores de 21 años relacionados con el fentanilo.
Al concluir su homilía, el sacerdote volvió a reflexionar sobre los seis trabajadores que murieron al derrumbarse el puente de Baltimore. El padre Jordan propuso que el nuevo puente reconstruido sea nombrado “Workers Memorial Bridge” (Puente en memoria de los trabajadores) y añadió que tanto los operarios estadounidenses nativos como los inmigrantes buscan el mismo destino final, el cielo… “pues todos somos hermanos y hermanas”.
En declaraciones después de la comunión, la secretaria de Trabajo de Maryland, Portia Wu, dijo: “Llevamos a estos trabajadores caídos en la mente y el corazón”. Y añadió que “cada uno de estos cascos representa a una persona que hizo lo que nosotros hacemos cada día: ir a trabajar”.
Los inmigrantes de primera generación que murieron en el colapso del puente de Baltimore buscaban construir una vida mejor para ellos y sus familias, y “estaban aquí para ayudarnos a construir un país mejor”, dijo Wu.
Relievó que el proceso de construcción lleva consigo muchos peligros, y que un tercio de las muertes ocurridas en el trabajo en Maryland afectan a los obreros de la construcción, a pesar de que representan menos del cinco por ciento de la mano de obra del estado. Recordó que, en la Misa conmemorativa del año pasado, se rindió homenaje a todos los trabajadores, seis de los cuales perecieron mientras realizaban obras de vialidad en un accidente provocado por un vehículo que circulaba a alta velocidad en la carretera interestatal 95.
En la misa, Sidney Bonilla, de Beltsville (Maryland) subdirector comercial del Local 602 del Sindicato de Gasistas, leyó los nombres de los trabajadores caídos.
Fue una experiencia muy emotiva que me llenó de humildad -confesó Bonilla- porque sientes el dolor por cada uno. Esperó a que cesara el repique de la campana antes de leer cada uno de los nombres. “Quieres dar a cada uno el respeto que merece”, dijo.
Bonilla, de origen salvadoreño, creció en Washington tras emigrar a Estados Unidos cuando tenía 12 años. Después de trabajar en proyectos de mejora de hogares, se afilió al sindicato, como lo hicieron más tarde sus dos hermanos. Bonilla, que es padre de tres niños, dijo que tener salarios y beneficios como trabajador sindicalizado ha sido “un cambio de mundo” para él y su familia.
Señaló, además que, con demasiada frecuencia, los operarios hispanos pagan el precio de las prácticas inseguras que hay en un lugar de trabajo, y se mostró de acuerdo con la idea del padre Jordan de renombrar el puente de Baltimore como “The Workers Memorial Bridge”.
Después del servicio religioso, el subdirector comercial del Local 5 del Sindicato de Plomeros y Gasistas expresó: “Esta misa es muy importante, porque en ella celebramos la dignidad de la vida humana y la dignidad del trabajo humano... Se trata de hermanos y hermanas nuestros, sean o no miembros de un sindicato”.
*Este es un compendio del artículo original publicado en The Catholic Standard