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Hondureño peregrina en muletas tras trágico accidente que lo inhabilitó de por vida

A pocas cuadras de concluir la peregrinación Caminata con María, Juan Matamoros alzó la mirada y, al ver en el horizonte la Basílica de la Inmaculada Concepción, le agradeció inmensamente a Dios y a la Virgen por darle la oportunidad de completar la tradicional procesión de la Arquidiócesis de Washington, realizada el 9 de diciembre por las calles de DC.

Y no era para menos. Matamoros recorrió la ruta de tres millas desde el Santuario del Sagrado Corazón ayudado por unas muletas, luego de que un trágico accidente le destrozara una rodilla y le causara otras dolencias físicas y mentales, además de inhabilitarlo de por vida para trabajar.

“Pensé que no iba a llegar, pero Dios me dio las fuerzas y pude completar la peregrinación”, dijo el inmigrante hondureño en las escalinatas de la Basílica. “No son solo mis piernas por el esfuerzo, también siento muy agitado el corazón y la respiración”, acotó visiblemente emocionado.

“Cuando mi señora me dijo ‘allá está la Basílica’” alcé la mirada y entonces pude respirar más tranquilo, fue algo maravilloso”, exclamó el feligrés, antes de ingresar al templo para participar en la misa celebrada por el cardenal Wilton Gregory, arzobispo de Washington, y los tres obispos auxiliares de la arquidiócesis.

Juan y su esposa Johana Matamoros habían llegado a DC la mañana del 9 de diciembre, horas antes de la procesión, provenientes de Richmond, VA, ciudad en la que residen.

“Regresamos a casa bien cansados pero felices después de la peregrinación y la misa que disfrutamos”, acotó “Todavía no creíamos que yo había caminado una hora, pero fue un momento muy bonito y espiritual”, admitió. 

Juan (51) nació en Olanchito Yoro, Honduras, se crio en un hogar sin carencias, mantenido por su padre, quien trabajaba en los campos bananeros, vendía lotería y “era un hombre de fe que leía la palabra de Dios todos los días y asistía a misa con regularidad”, afirmó. “Mi padre desde niño me dijo que la única iglesia verdadera es la Iglesia fundada por Jesucristo y que no permitiera que nada ni nadie me sacara de ahí”, dijo. “Con el tiempo he entendido que él tenía toda la razón”.

Migración y vida en EEUU

Tras graduarse de bachiller en su ciudad natal, Juan emprendió nuevos rumbos y salió de Olanchito Yoro con destino a San Pedro Sula, donde vivía su hermano. En San Pedro trabajó en un restaurante hasta que un amigo de su adolescencia -que vivía en Los Ángeles- le ofreció ayuda y lo mandó a buscar. El hermano de Juan decidió pedir dinero prestado para acompañarlo en la travesía.

Recordó que ambos viajaron en autobuses por Guatemala y México hasta que Juan fue capturado por agentes de migración en México, en la ciudad de Matamoros, muy cerca de la frontera con Texas y fue deportado a Honduras.

El hermano de Juan sí logró pasar el río Grande, un peligroso río fronterizo de cauce profundo y fuertes corrientes en el que mueren a diario muchos migrantes que intentan llegar a EEUU. 

Seis meses después, Juan emprendió de nuevo su viaje al Norte; esta vez conoció a unos coyotes (personan que trafican seres humanos) en el camino y ellos lo ayudaron a pasar. Una vez en Texas, a Juan lo arresta la patrulla fronteriza, pero lo dejaron irse a California donde vivían su madrina y su amigo.

Migración había citado a Matamoros para presentarse en la Corte. “Nunca asistí a esa cita, lo que complicó mi proceso migratorio y más tarde tuve que pedir perdón a las cortes de migración por haber entrado ilegalmente”, explicó. 

En California, Matamoros trabajó dos años y luego se marchó al Norte de Carolina a reencontrarse con su hermano, luego se fue a Maryland donde trabajó en jardinería por tres años y para luego regresar a Carolina.

En el 2009 conoció a su hoy esposa Johana, quien tenía dos niños de una primera relación, asumiendo Juan la manutención de esos menores, a quienes les inculcó la fe católica y los motivó a realizar los sacramentos. La pareja se casó por el civil en 2011 y hace dos meses lo hicieron por la Iglesia.

El trágico accidente

En marzo de 2019, a Juan le cayó encima de su pierna izquierda una caja que contenía puertas de vidrios con un peso de más de dos mil libras, accidente que le dislocó completamente la rodilla. “Las únicas opciones que tenían los médicos eran cortarme la pierna o dejármela, pero debiendo someterme a un proceso muy largo de recuperación, tal como ha sucedido en estos casi cinco años desde que sufrí el accidente”, subrayó.

Admitió que, aunque logró salir bien de una larga y delicada operación todo este proceso “me ha afectado la mente, el corazón, la movilidad, la memoria, sufro de vértigo y no puedo caminar”.

La fe de Juan, su voluntad para recuperarse y la ayuda de su esposa han sido clave en la recuperación. “En todo este proceso, el Señor ha puesto su mano sanadora porque los doctores no creían que yo pudiera resistir y recuperarme”, señaló.

Juan ha “crecido espiritualmente” en la parroquia San Agustin en Richmond, VA, “porque tiene muchos ministerios y programas de evangelización”, comentó.

Llegada a la Basílica

Al llegar y subir las escaleras de la Basílica sentía la presión en el corazón, pero al “observar a muchos que llegaban detrás de mí, me sentí privilegiado, bendecido y agradecido con mi Dios”.  

Más tarde, durante la Eucaristía, unas cuantas lágrimas brotaron de los ojos de Juan, quien oraba y pedía a Dios por su salud.

“Estoy muy agradecido con el Señor, quien me ha acompañado desde niño, me protegió en el camino cuando emigré a este país, y nos ha dado la fortaleza para afrontar estos años difíciles, el accidente, la depresión de mi señora y me concedió el deseo de casarme con Johana por la Iglesia”.

Los Matamoros asisten a misa con regularidad en San Agustín en Richmond, y participan de retiros y en ministerios de la iglesia.

“Creo que sí han valido la pena todos los sacrificios, la angustia de vivir tanto tiempo sin documentos, el ambular por varios estados, hacer diferentes trabajos y todas las penurias que he pasado, porque todo lo he hecho bajo la protección de Dios, él es quien lo guía a uno”.

“Me duele mucho haber sufrido este accidente, pero he entendido que Dios es quien tiene el control, quien guía nuestros pasos y todo el que camina a su lado, aferrado a la fe, alcanzará algún día el Reino de los Cielos. Estoy agradecido con la vida, con mi esposa, mis hijos y todo lo que Dios me ha dado”, concluyó.

 

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