Hace unos meses Albeny Gutiérrez cruzó el Darién rumbo a Estados Unidos, donde planeaba pedir asilo y comenzar una nueva vida.
Ahora, el conductor de autobús de Venezuela se enfrenta de nuevo a la posibilidad de cruzar la peligrosa selva, donde muchos migrantes han sido asaltados por ladrones, mientras regresa a Sudamérica.
Miles de migrantes están regresando a Sudamérica después de que las nuevas políticas migratorias de Estados Unidos, incluida la cancelación del programa CBP One, hayan dificultado su solicitud de asilo en Estados Unidos.
"(El presidente Donald) Trump nos puso las cosas más difíciles", dijo Gutiérrez al llegar a Paso Canoas, un pequeño pueblo en la frontera entre Costa Rica y Panamá. "Ya no hay esperanza de entrar a Estados Unidos".
Muchos de los migrantes que regresan son venezolanos que habían pasado meses en México tratando de obtener citas para entrar legalmente a Estados Unidos y pedir asilo allí, a través de una aplicación para teléfonos inteligentes llamada CBP One.
La administración Trump canceló el programa CBP One el día que asumió el cargo, desencadenando un fenómeno que los funcionarios en Centroamérica describen como "migración inversa".
"No tiene sentido que nos quedemos en México esperando una cita que nunca llegará", dijo Rosangela Ramos, una migrante venezolana que también estaba en Costa Rica, tratando de reunir algo de dinero para regresar a casa.
"No teníamos dinero para pagar a los coyotes y era peligroso" entrar ilegalmente en Estados Unidos, añadió Ramos. "Así que preferimos regresar a nuestro país".
Según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 2.200 migrantes salieron de México en el mes posterior a la toma de posesión de Trump y transitaron por puestos de control en Guatemala, mientras se dirigían al sur. El 54% eran venezolanos.
En Costa Rica y Panamá, grupos católicos están tratando de ayudar a los migrantes que están regresando a América del Sur, proporcionándoles alimentos, medicinas y orientación.
Las organizaciones católicas también han pedido a los gobiernos de Centroamérica que faciliten el tránsito de los migrantes que se dirigen al sur y ayuden a los que quieren pedir asilo.
"Nos preocupa que aumenten las restricciones a los movimientos de los migrantes", dijo Roy Arias, funcionario del Servicio Jesuita para Migrantes en Centroamérica (SJM-CA) que dirige la Casa Arrupe, un centro de apoyo para migrantes en Paso Canoas.
"Muchas personas podrían quedar atrapadas en las ciudades fronterizas, y tienen recursos muy limitados para mantenerse", dijo a OSV News.
Los migrantes que salen de México deben cruzar cinco países de Centroamérica, en su camino de regreso a Sudamérica.
La mayoría de estos países les permiten tomar el transporte público. Pero no es el caso de Panamá.
El gobierno panameño exige a los migrantes subirse a autobuses especiales en un albergue de Costa Rica que los llevan directamente a Lajas Blancas, un campamento aislado situado al borde de la selva del Darién, en el este de Panamá.
En el campamento, los migrantes pueden pagar unos 250 dólares para que las embarcaciones que están allá los lleven hacia Colombia, ya que no hay carreteras que unan ambos países.
En Colombia, las autoridades de inmigración afirman que hasta 250 migrantes han estado llegando diariamente en embarcaciones procedentes de Panamá, aunque el número de personas que llegan cada día varía.
Arias dijo que la política de Panamá pretende alejar a los migrantes de las ciudades, donde podrían intentar quedarse y buscar empleo.
Pero dijo que, para muchas personas -- incluidas las familias que viajan con niños -- las tarifas de los barcos son inasequibles.
"Llevar a los migrantes al borde de la selva del Darién es cruel", afirmó Arias. "Y el riesgo es que mucha gente que no tiene dinero intente cruzar la selva a pie".
Los migrantes que no quieren ser llevados al campamento de Lajas Blancas también han intentado cruzar Panamá por su cuenta. Pero se arriesgan a ser detenidos en los puestos de control establecidos por la policía a lo largo de las carreteras panameñas.
Víctor Pacheco, trabajador de la construcción venezolano, dijo que lo habían detenido dos veces en Panamá cuando intentaba regresar a Venezuela. Las dos veces lo devolvieron a Costa Rica.
Pacheco dijo que le amenazaron con encarcelarlo si intentaba volver a entrar en Panamá por su cuenta. Así que dijo que su única opción ahora es ahorrar algo de dinero y tomar el autobús organizado por el gobierno de Panamá que deja a los migrantes cerca de la selva del Darién.
"Voy a tener que trabajar (en una finca) en Costa Rica para ahorrar para mi viaje", dijo Pacheco a OSV News. "Y si no tengo suficiente dinero en efectivo, entonces tendré que volver a caminar por la selva del Darién".
Arias, del Servicio Jesuita para Migrantes en Centroamérica, calcula que cada día llegan a Paso Canoas entre 50 y 70 personas que se dirigen a Sudamérica.
Un grupo de religiosas en la pequeña ciudad sirve comidas gratuitas todos los días a los migrantes en la iglesia local, y también les ayuda con medicinas y ropa.
La hermana Claudia Cuadras, de la Congregación de Santa Teresa de Jesús, dijo que las religiosas sirven entre 40 y 50 comidas al día, con la ayuda de una parroquia del lado panameño de la frontera.
"Muchas personas se están quedando aquí mientras reúnen el dinero suficiente para continuar", dijo la hermana Claudia.
Añadió que las hermanas también intentan proporcionar apoyo psicológico y espiritual.
"Cuando las personas iban hacia el norte estaban conmocionadas por las experiencias que habían vivido al cruzar la selva del Darién", dijo.
"Ahora que están volviendo, algunos tienen un sentimiento de frustración. No han logrado su objetivo, y ahora se enfrentan al reto de reconstruir sus vidas".