Catholic Standard El Pregonero
Clasificados

Georgetown University otorga título de Doctor Honoris causa a obispo Evelio Menjívar

El obispo Evelio Menjívar, a quien la Universidad de Georgetown otorgó el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias en reconocimiento a “su empatía, a su caminar con la gente, a su valor y voluntad de entablar una mayor amistad con Dios y el prójimo”, agradece la distinción . Foto/cortesía Georgetown University

La Universidad de Georgetown otorgó al obispo Evelio Menjívar-Ayala el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias en reconocimiento a “su empatía, a su caminar con la gente, a su valor y voluntad de entablar una mayor amistad con Dios y el prójimo”.

Al dar lectura de la mención honorífica, el 18 de mayo de 2024, el sacerdote jesuita Peter Folan, profesor del departamento de Teología, dijo: “La Universidad de Georgetown centra su atención en un hombre cuya descripción de trabajo es, en una sola palabra, ‘cercanía’. Y, por hacer tan bien ese trabajo, la universidad lo honra”.

Previamente, precisó que crecer en humanidad, llegar a ser auténticamente humanos, exige que dejemos que los gritos y el hambre de cercanía de los demás, nos lleven a una relación más profunda con ellos.

Al trazar una semblanza del obispo Menjívar, Folan destacó que su don de cercanía se forjó en sus experiencias de adolescente, cuando dejó la violencia que asolaba a su natal El Salvador, para encontrar lo que todo refugiado antes y después de él ha buscado: estar libre de peligro y libertad para florecer.

Tres ocasiones frustraron su peregrinaje hacia un lugar seguro: la deportación, el abandono por parte de los guías y la prisión. Reveses que, sin embargo, impulsaron al joven Evelio a cultivar esas virtudes fundamentales del migrante: “concentración e ingenio”. En otras palabras, aprendió coraje, continuar adelante y acercarse.

Ya en Los Ángeles, con un inglés básico, un nivel de escolaridad menos avanzado que los jóvenes de su edad, sin los documentos necesarios para vivir o trabajar legalmente -en este país- y con la vida que deseaba tan cerca y tan distante en la práctica, monseñor Menjívar, una vez más, optó por la cercanía.

Luego de solicitar y recibir asilo y un permiso de trabajo, se unió a las personas que trabajaban junto a él como obrero de la construcción, conserje y pintor. Se sumergió en la cultura salvadoreña y católica en el área metropolitana de Washington, su hogar desde hace más de treinta años, donde abrazó al Dios que siempre le sostuvo, le animó y le llamó a una mayor amistad.

Esa amistad le llevó al día de su ordenación sacerdotal en 2004; al ministerio parroquial en Germantown, Bethesda, Landover Hills y el Distrito de Columbia; al trabajo de administración en la Arquidiócesis de Washington; y, en 2023, al cargo de obispo.

El lema que eligió al inaugurar su ministerio episcopal: “Ibat cum illis”, “caminó con ellos”, resume en tres palabras lo que requiere sólo una. Como obispo, sacerdote, cristiano y ser humano, el obispo Menjívar encarna cercanía. Al hacerlo, encarna sus propias palabras: “No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a quienes están más cerca de nosotros. Empatía para ponernos en el lugar de los demás que es realizar nuestra humanidad común”.

Acto seguido, el presidente de la Universidad de Georgetown, John DeGioia, envistió y confirió al obispo Evelio Menjívar-Ayala el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias.

Jóvenes de la Universidad de Georgetown aplauden al obispo Evelio Menjívar luego de que le fuera otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias en reconocimiento a “su empatía, a su caminar con la gente, a su valor y voluntad de entablar una mayor amistad con Dios y el prójimo”, durante la ceremonia de graduación de la citada universidad, el 18 de mayo de 2024.
Jóvenes de la Universidad de Georgetown aplauden al obispo Evelio Menjívar luego de que le fuera otorgado el título de Doctor Honoris Causa en Letras Humanitarias en reconocimiento a “su empatía, a su caminar con la gente, a su valor y voluntad de entablar una mayor amistad con Dios y el prójimo”, durante la ceremonia de graduación de la citada universidad, el 18 de mayo de 2024.

Discurso de graduación

El obispo Menjívar, en el discurso de graduación a su cargo, agradeció y aceptó el honor otorgado en nombre de los jóvenes de naciones devastadas por la guerra que, a pesar de su entusiasmo y aspiración de obtener una educación superior, los conflictos han interrumpido sus planes y han destrozado sus sueños para el futuro.

Lo aceptó, también, en nombre de tantos jóvenes que, al no ver futuro en sus países de origen, se ven obligados a abandonar sus estudios mientras emigran a otros lugares. En la mayoría de los casos, nunca tienen la oportunidad de volver a la escuela porque no tienen acceso a ella y porque apoyar a sus familias se convierte en una prioridad.

Esa fue también mi propia historia -subrayó Menjívar-. Cuando tenía 18 años, tomé la difícil decisión de dejar mi país para ir a Estados Unidos. No veía un futuro para mí en El Salvador porque, en esos años, el país vivía una devastadora guerra civil que dejó más de cien mil muertos y más de dos millones de desplazados. Sabía que el viaje al Norte no iba a ser fácil, y no lo fue. Pero mi determinación valió la pena. En 1990, llegué a Los Ángeles con solo una muda de ropa en una mochila, pero llena de sueños.

Como la mayoría de los inmigrantes, Evelio hizo todo tipo de trabajo: recepcionista, construcción, trabajo de limpieza, pintura, ministerio juvenil. Entretanto, tomaba clases de inglés por la noche y estudiaba para obtener el título de equivalencia de la escuela secundaria.

Luego de sentir el llamado al sacerdocio y ordenarse en 2004 sirvió como sacerdote en la Arquidiócesis de Washington, durante 20 años, y fue consagrado obispo el 21 de febrero de 2023. “¡Nada mal para alguien que comenzó limpiando baños y pintando casas, sin inglés y sin diploma de escuela secundaria! Todos debemos empezar por algún lugar y aprovechar todas las oportunidades que nos ofrece la vida”, relievó el obispo Menjívar.

Todas las lecciones que aprendí en el "aula de la vida" como inmigrante recién llegado permanecerán conmigo para siempre -expresó-. Estas lecciones también me ayudan a comprender mejor las luchas diarias de las personas a las que he sido llamado a servir.

Dirigiéndose a los jóvenes, dijo, después de años de arduo trabajo, hoy también ustedes completan un capítulo significativo en su vida. Parte de la emoción es darse cuenta de que esto no es un final, sino el comienzo de una nueva etapa en su viaje continuo en la vida.

Sus trayectorias profesionales, o estudios continuos, se extenderán a diferentes campos y direcciones, pero -continuó- no tengo ninguna duda de que comparten el loable objetivo que a menudo escucho a los jóvenes cuando me dicen que quieren hacer algo por los demás y hacer la diferencia en el mundo.

Mirando hacia el futuro, con la seguridad de que los jóvenes no caminan solos, de que el Señor está a su lado, compartió con ellos algunas de las lecciones que aprendió en su juventud: la importancia de la gratitud y la humilde apreciación de nuestra conexión e interdependencia humanas.

Profesores, mentores, amigos, familiares y, sobre todo, los padres, quienes son parte de su historia de éxito, merecen agradecimiento por su ayuda y apoyo a lo largo del camino. Animó, también, a los jóvenes a tener siempre ese espíritu de gratitud en su corazón y que digan a menudo esas palabras que aprendimos cuando éramos niños: "Gracias" y "por favor".

Esos simples gestos significan mucho y contribuyen a un mejor ambiente de trabajo, mejores relaciones humanas y un mundo mejor; amén de ayudarnos a apreciar todo, incluso las pequeñas cosas y los pequeños actos de bondad. Todo en la vida viene como un regalo, un regalo que no es necesariamente gratis.

En su experiencia como inmigrante, Evelio dijo estar eternamente agradecido a esta tierra y a las personas que han sido fundamentales en su viaje, especialmente a su hermana Elva, quien vino a EEUU antes que él y preparó el camino para él y sus otros hermanos.

Mostró agradecimiento a sus padres por haberle enseñado los valores de la humildad, el trabajo, el servicio y el respeto por los demás. Especialmente, a su madre campesina por haberle inculcado amor y respeto por la madre Tierra y por todo lo que la naturaleza nos ofrece.

Esas experiencias nos ayudan a reconocer y apreciar nuestra conexión inherente como personas humanas. Ninguno de nosotros es totalmente autosuficiente. Cada uno de nosotros depende de los demás. Somos parte de un ecosistema llamado familia, comunidad, iglesia y mundo.

Esta conciencia de nuestra conectividad e interdependencia - como personas de fe- surge del hecho de que todos somos hermanos y hermanas en la única familia humana, fraternidad que trasciende las barreras geográficas, raciales, credos, nacionalidades, géneros y afiliaciones políticas. Cada uno de nosotros está dotado de una dignidad humana infinita que estamos obligados a reconocer, respetar, promover y salvaguardar, comenzando por los más vulnerables que nos rodean.

Señaló, sin embargo, que esa conciencia y disposición natural de cuidarnos unos a otros está siendo puesta a prueba hoy, como lo ha sido en otros períodos de la historia. Las guerras y los conflictos que siguen extendiéndose en el mundo están creando verdaderas crisis humanitarias que no debemos ignorar.

La sangre de tantas personas inocentes, especialmente la de niños y jóvenes, clama al cielo -acoto-. ¿Y qué diremos de la difícil situación de los pobres, los marginados, los sin techo, los inmigrantes, los solicitantes de asilo en nuestras propias comunidades y en otros lugares? ¿Cuál debería ser nuestra respuesta a este drama humano?

Aunque la migración ha sido una experiencia constante para la familia humana desde sus orígenes, estos conflictos y guerras en curso, el cambio climático, los regímenes opresivos y el impulso natural de una vida mejor están empujando a las personas fuera de sus propios países y obligándolas a buscar una nueva tierra que pueda ofrecerles pan, dignidad y paz.

En medio de todas las disputas y debates políticos, como una cuestión de justicia y obligación de respetar la dignidad humana de los demás, debemos estar siempre dispuestos, como dice el papa Francisco, a ser una comunidad que acoja, proteja, promueva e integre a los inmigrantes y refugiados que vienen a nuestro país, en lugar de ser una sociedad que reacciona, explota, denigra y deshumaniza a los demás.

El obispo Menjívar reconoció, también, que el pueblo de Estados Unidos, desde sus orígenes, ha sido notablemente acogedor con millones de migrantes y refugiados. De hecho, la forma en que tratamos a los más vulnerables de nuestra sociedad es el verdadero indicador de si somos o no una gran nación.

El papa Francisco ha sido incansable en pedir a los países de destino que ayuden a los recién llegados, pero también ha insistido en que el primer y más fundamental derecho de las personas es "no tener que emigrar": las personas tienen el derecho fundamental a permanecer, prosperar y vivir de forma segura y libre en sus países de origen.

Mas, no podemos ser indiferentes al sufrimiento injusto que obliga a tantos al exilio -agregó-. Es urgente que nos ocupemos de las causas que desencadenan las migraciones forzadas: los regímenes opresivos, la corrupción, la trata de personas y el cambio climático.

Debemos superar las actitudes que nos hacen mirar hacia otro lado, ignorando nuestra conexión humana al decir que el bienestar de los demás no es asunto nuestro -insistió Evelio-. Debemos reconocer que somos responsables los unos de los otros, que somos los guardianes de nuestros hermanos y hermanas, tal como dijo Martin Luther King, Jr.: "Toda la vida está interrelacionada... Estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad".

Al recordar a los jóvenes graduados que el futuro de la sociedad está en sus manos, monseñor Menjívar les pidió que piensen en cómo las heroicas mujeres y hombres del pasado respondieron con grandeza a los desafíos específicos de su tiempo. Pregúntense: "¿Qué puedo hacer para que mi nación, mi familia, mi vecindario, mi comunidad, mi nación y nuestro mundo sean mejores, no solo para nosotros sino para todos?"

Finalmente, expresó que tener acceso a la educación, y especialmente, a la educación de alta calidad es una gran bendición y responsabilidad. “Gracias por permitirme compartir su alegría”, acotó.



Cuotas:
Print


Secciones
Buscar