Podría decirse que he empezado una nueva carrera después de cumplir 50 años como sacerdote, pero eso no es del todo cierto. Es más bien como un “déjà vu, todo de nuevo”, como decía el conocido pelotero contemporáneo Yogi Berra, que llegó al Salón de la Fama del béisbol.
Durante los dos últimos meses, he estado involucrado nuevamente en la pastoral juvenil como nuevo capellán de la escuela secundaria St. John's College, de la que me gradué. Es algo nuevo en el sentido de que día a día trabajo con jóvenes, como lo hacía en gran parte en mis primeros años de sacerdocio.
Además, trabajé bastante en la pastoral juvenil como diácono en St. Jane de Chantal, y también en la primera parroquia a la que me asignaron, Little Flower. Luego pasé los siguientes 11 años como director del Programa Juvenil Católico (CYO) y de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis. Me encantaron esos años, aunque admito que gran parte del trabajo era administrativo, y por eso me gusta mucho trabajar directamente con los jóvenes. Me he dado cuenta de que los jóvenes de hoy son muy parecidos a los de siempre, pero tienen objetivos, inspiraciones y tentaciones diferentes a los que tenían los jóvenes de cuando me ordené.
Celebro la misa a las 7:15 de la mañana cuatro días a la semana en la capilla de St. John's, y luego paso un rato con los alumnos que llegan al colegio ese día. Después, voy a mi oficina por si me necesitan y me ocupo en planificar futuras misas y retiros. He celebrado misas para estudiantes de 11 y 12 grados, y he participado en cinco retiros para alumnos de primer grado y en un retiro para chicos de 11 grado en el Centro Clagett de Adamstown.
Me impresiona mucho la apertura de nuestros jóvenes, así como su deseo de acercarse a Dios y de reflexionar sobre su vida cotidiana. Aunque no puedo entrar en detalles, sus confesiones han sido una inspiración para mí. Escuchar cómo los muchachos buscan al Señor, reconocen sus faltas, tratan de mejorar su conducta y ver que lo hacen en forma sacramental se ha convertido en una de mis actividades más significativas en St. John’s.
Así me entero de sus preocupaciones, inquietudes, esperanzas y sueños. Me cuentan dónde están en el caminar de su vida y dónde han fracasado en su búsqueda del bien. Hablan con sinceridad de sus éxitos y de sus fracasos. Quieren acercarse más a Dios y disfrutar de todas las actividades de la escuela, que la hacen tan interesante: eventos, deportes, estudios, fiestas y amigos.
Cuando me jubilé como presidente y director general de Caridades Católicas, que era un cargo de jornada completa, yo sabía que tal vez nunca podría reemplazar la fantástica sensación de calidez y satisfacción que lleva consigo el ser alguien que ocupa una posición de liderazgo brindando asistencia a otras personas. Pero Dios es el poderoso y, como digo, me encanta lo que hago.
Me da mucha alegría acompañar a los jóvenes y ser un mentor mayor. Percibo que ellos agradecen las lecciones que provienen de la experiencia de muchos años, y hago todo lo posible para compartir con ellos un pensamiento, una bendición o una sonrisa.
Me gusta mucho una frase antigua y muy apreciada, atribuida a uno de mis santos favoritos, San Francisco de Sales, pero que descubrí hace poco. Dice: “Florece allí donde fuiste plantado.” Dios me ha vuelto a plantar a mí, pero estoy floreciendo de nuevo, agradecido de caminar con jóvenes magníficos y de servir como el Señor quiere que lo haga.