Un estímulo a comunicar «involucrando a todos», a «escribir el futuro» «juntos» porque «sólo juntos» es posible transmitir «la belleza que hemos encontrado», y «en red» para salvarnos «del mar de la desesperación y de la desinformación». Lo afirmó el Santo Padre la mañana de este 27 de enero, a los cerca de doscientos cincuenta obispos, presidentes de las Comisiones episcopales para la Comunicación y directores de las Oficinas de Comunicación de las Conferencias Episcopales, a quienes recibió en audiencia en la Sala Clementina.
El Papa condujo a los presentes, que hasta el miércoles participan en la Congreso internacional de comunicadores institucionales católicos en el marco del Jubileo de la Comunicación, a una reflexión sobre «el modo concreto» en que se comunica, cómo se siembra «esperanza en medio de tanta desesperanza», cómo se cura el «virus de la división» y si se comunica la Iglesia sólo según «las reglas del marketing corporativo».
Francisco planteó una serie de preguntas en una especie de examen de conciencia en voz alta:
“¿Sabemos dar testimonio de que la historia humana no concluye en un callejón sin salida? ¿Y cómo indicamos una perspectiva diferente hacia un futuro que todavía no está escrito? A mí me gusta esta expresión: escribir el futuro; nos toca a nosotros escribir el futuro”
Más allá de lo banal, los prejuicios y los estereotipos
«La comunicación cristiana – explicó el Santo Padre – es mostrar que el Reino de Dios está cerca», como «un milagro que puede ser experimentado por cada persona, por cada pueblo» y que debe ser contado «ofreciendo las claves para mirar más allá de lo banal, más allá del mal, más allá de los prejuicios, más allá de los estereotipos, más allá de uno mismo. El Reino de Dios está más allá de nosotros» y llega «incluso a través de nuestra imperfección».
“El Reino de Dios viene en la atención que dedicamos a los demás, en el cuidado atento que ponemos al leer la realidad. Viene también en la capacidad de ver y sembrar una esperanza de bien; y de vencer, de ese modo, el fanatismo desesperado”
Una llamada a ver y contar el bien
Lo que para los presidentes de las comisiones episcopales para la comunicación y los directores de las oficinas de comunicación es «un servicio institucional, es también la vocación de todo bautizado», precisó el Pontífice:
“Todo cristiano está llamado a ver y contar las historias de bien que un periodismo dañino pretende borrar dando espacio solamente al mal”
Comunicar siempre, implicando a todos
La admonición de Francisco no es a ocultar el mal – que existe – sino que «debe remover, generar preguntas y respuestas»:
“Por eso, la tarea de ustedes es grande y exige que salgan de sí mismos, que hagan un trabajo ‘sinfónico’, implicando a todos, valorando a los ancianos y a los jóvenes, mujeres y hombres; con todos los lenguajes, con la palabra, el arte, la música, la pintura, las imágenes. Todos estamos llamados a verificar cómo y qué comunicamos. Comunicar, comunicar siempre”
A continuación, el Papa insistió en la originalidad del acto de comunicar: «Cuando comunicamos, somos creadores de lenguajes, de puentes. Somos creadores», y transmitimos «armonía», «una alternativa concreta a las nuevas torres de Babel», donde «todos hablan y no se entienden».
Comunicar es un acto de amor
De ahí el legado de dos palabras: «juntos» y «red». Con amor, es posible «implicar incluso a los agraviados», «unir lo que está dividido», «no desesperar» y «sembrar esperanza», que es distinto de «sembrar optimismo».
“Comunicar, para nosotros, no es una táctica, ni una técnica. No es repetir frases prefabricadas o eslóganes, ni tampoco limitarse a escribir comunicados de prensa. Comunicar es un acto de amor. Sólo un acto de amor gratuito teje redes de bien. Pero las redes hay que cuidarlas, repararlas cada día, con paciencia y con fe”
Redes contra la desinformación
La segunda palabra sobre la que Francisco invitó a reflexionar fue «red». Y recordó que antes de las sociales se hablaba de «las redes de los pescadores y la invitación de Jesús a Pedro a convertirse en pescadores de hombres: a trabajar en red, por tanto, y a poner en red competencias, conocimientos, contribuciones, para poder informar de manera adecuada y salvarse así del mar de la desesperación y de la desinformación».
De ahí, una petición sobre lo que se podría hacer «gracias a las nuevas herramientas de la era digital», inteligencia artificial incluida, «si en lugar de convertir la tecnología en un ídolo, nos comprometiéramos más con el trabajo en red». Además, el Santo Padre admitió:
“Les confieso algo: a mí me preocupa, más que la inteligencia artificial, la natural, esa inteligencia que nosotros debemos desarrollar”
Dios es el secreto de nuestra comunicación
Al respecto el Papa añadió textualmente: Cuando nos parezca que hemos caído en un abismo, miremos más allá, más allá de nosotros mismos. Nada está perdido; siempre se puede volver a empezar, confiando unos en otros y todos juntos en Dios, este es el secreto de nuestra fuerza comunicativa.
“En lugar de confiar en las sirenas estériles de la autopromoción, en la celebración de nuestras iniciativas, pensemos en cómo construir juntos los relatos de nuestra esperanza”
Una tarea, aclaró Francisco, con una raíz antigua: «El mayor milagro que Jesús realizó para Simón y los demás pescadores decepcionados y cansados no es tanto esa red llena de peces, sino que les ayudó a no caer presa de la decepción y el desánimo ante la derrota».
Por una comunicación de salida
De nuevo, la esperanza de que la comunicación católica no sea sólo para los católicos, «un recinto donde encerrarse, una secta para hablar entre nosotros», sino «un lugar acogedor de relaciones verdaderas» y «el espacio abierto de un testimonio que sabe escuchar e interceptar los signos del Reino».
“Nuestra red es la voz de una Iglesia que solamente saliendo de sí misma, se encuentra a sí misma y a las razones de su esperanza”
Al contrario de lo que sucede en el Apocalipsis, cuando el Señor está a la puerta y llama para entrar, «ahora, muchas veces el Señor llama desde dentro para que nosotros, los cristianos, le hagamos salir». De Francisco, por tanto, la exhortación final a «hacer salir al Señor» y no tenerlo «un poco esclavizado por nuestros servicios», para que incluso los oficios, las relaciones, la red sean «propios de una Iglesia en salida».