En un mundo globalizado, el flujo de la inmigración no se detendrá y por desgracia los niños son los más afectados. Mientras los adultos son conscientes de la urgencia de escapar del hambre, el desempleo, la violencia y el abandono social, los pequeños se ven atrapados en un remolino de vivencias inesperadas que su salud emocional se ve, muchas veces, lacerada sin que sus padres se den cuenta de la magnitud del problema.
El “duelo migratorio” puede variar en cada niño, porque no es lo mismo viajar junto a los dos padres o con uno solo, hacer la travesía vía aérea o enfrentar el peligro durante el recorrido por una cadena interminable de países.
Los niños, a diferencia de los adultos, no entienden del todo lo que implica dejar atrás la vida que conocen en su país natal para empezar una nueva en un lugar con geografía e idioma desconocido. El problema se agudiza cuando los pequeños advierten la ausencia de sus familias, amigos, escuela, casa y “sus cosas” como juguetes, cama o mascota.
Debido al estrés que ocasiona el migrar, los adultos no se percatan del vacío emocional que los niños sienten, el mismo que empieza a manifestarse con alteraciones en su comportamiento que pueden transitar de lo extrovertido a lo introvertido o viceversa, pasando por episodios mixtos de llanto desconsolado a reacciones violentas, así como momentos de aislamiento atípicos.
Con frecuencia llegan a nuestra consulta padres preocupados por algunas alteraciones en el comportamiento de sus hijos, las cuales son evidentes “señales de advertencia” que necesitan ser tratadas a tiempo.
Vale recordar que la pandemia de covid-19 afectó de manera directa la salud conductual y el bienestar emocional de niños y adolescentes, especialmente en los países en desarrollo de América Latina. En Estados Unidos, la American Psychological Association inició, en el 2021, una campaña educativa para llamar la atención sobre “la emergencia nacional de la salud mental de los niños e instar a los legisladores a promulgar políticas que aborden este problema crítico de manera equitativa y sostenible”.
Hace unos días llegó a mi consultorio una pareja de inmigrantes cubanos muy preocupados porque su hijo de 3 años -últimamente- estaba muy irritado, lloraba por todo, hacia pataletas y se orinaba en los pantalones. Luego de una breve entrevista, descubrí, que hacía tres meses, que habían llegado al país procedentes de la frontera y que desde esa fecha el niño hablaba mucho de sus abuelitos y decía que los extrañaba mucho y quería verlos. Los esposos acertaron en su decisión de buscar de forma inmediata ayuda psicológica para su hijo.
Este caso refleja, claramente, como le afectó al niño el cambio de vida al alejarse de todo lo que conocía. Durante la sesión también se les preguntó a los padres cómo abordaron el tema de la migración y los cambios que esto conllevaba. Los dos admitieron que no trabajaron previamente el asunto junto con su hijo, porque pensaron que al ser pequeño no se daría cuenta; solo le dijeron que sería un viaje de “vacaciones”.
Es importante reconocer que el desconocimiento de cómo abordar este tema en los niños, sumado a la cantidad de otros casos que requieren de asistencia psicológica, muestra que la necesidad de promover el bienestar integral del niño inmigrante es muy importante.
Invito a los padres de familia que necesiten ayuda psicológica con sus niños, que compartan de manera reservada sus casos escribiendo a daniela_osores76@hotmail.com.