La esperanza, misericordia y resurrección son las principales señales que deben iluminar el camino de todo peregrino cristiano, especialmente en aquellos que forman parte de la iglesia local de Washington y el sur de Maryland, dijo el cardenal Robert McElroy en su misa de instalación como arzobispo de Washington celebrada, el 11 de marzo, en la Basílica de la Inmaculada Concepción.
Indicó que hoy florecen, producto de la insensibilidad existente en muchos actores del mundo de la política, las divisiones por motivo de raza, género, ideología, nacionalidad, religión, vida familiar y educación, olvidándose de los pobres y los migrantes que se encuentran desposeídos, así como se niega la dignidad de los no nacidos.
“Estamos llamados a ser peregrinos de esperanza en un mundo herido, sin ignorar el sufrimiento que abunda, sino viéndolo como un llamado a esforzarnos aún más profundamente para llevar el Evangelio de Jesucristo a nuestras vidas y a nuestra nación”, manifestó el cardenal en su homilía.
Señaló que el trabajo pastoral del papa Francisco nos muestra una imagen de la Iglesia que indica de manera simultánea los sufrimientos que soportamos, la misericordia que Dios derrama constantemente sobre nosotros y la misericordia que estamos llamados a otorgar a los demás.
Como un hospital
El cardenal recordó la Batalla de Bull Run, ocurrida en 1861 en Manassas (Virginia), y pidió que todos imaginen como se vio ese hospital de campaña después de la confrontación: “El papa Francisco nos confronta con esta imagen de la Iglesia para que podamos llegar a comprender que en la vida de la Iglesia todos estamos heridos, todos sufrimos, todos somos pecadores necesitados de misericordia y perdón. Nos recuerda también que la Iglesia peca y necesita sanación, especialmente en su fracaso a la hora de proteger a los jóvenes del abuso sexual”.
Asimismo, dijo que Dios es quien nos otorga misericordia y nos llama a convertirnos en otorgadores de misericordia a los demás: “La misericordia y la compasión deben ser nuestro primer impulso cuando nos enfrentamos al pecado y al fracaso humano”.
Agregó que la esperanza surge cuando las personas se enfrentan a sí mismas, como realmente somos, lo cual lleva a comprender que la abundante misericordia de Dios no tiene límites y asumimos el llamado a vivir las enseñanzas de la Iglesia y ser sacramentos de misericordia para los demás: “Somos una Iglesia que cree que el amor y la verdad se encuentran. Esa es precisamente nuestra gloria como hijos de Dios”.
Fue enfático al decir que la búsqueda del encuentro y la unidad genuinos se encuentra en el corazón de la visión de Dios para nuestro mundo, junto con el cuidado especial por los más vulnerables entre nosotros: “¡Qué esperanza podríamos traer a nuestro mundo como la iglesia de Washington si pudiéramos realmente ayudar a nuestra sociedad a ver a los demás más como Dios los ve, hijos amados, hermanas y hermanos!”.
Año Jubilar
También reflexionó sobre el Año Jubilar, en donde todos estamos llamados a ser peregrinos de esperanza en un “mundo herido”, pero que a través del Evangelio podemos encontrar el fundamento de esa esperanza en la Resurrección de Jesucristo, que altera toda comprensión que tenemos sobre nosotros mismos, nuestras vidas y nuestros destinos.
“Encontramos el consuelo de la esperanza en la Misericordia de Dios que nos llama a reconocer nuestras propias heridas y pecados en medio del perdón infinito de Dios y el llamado a perdonar a los demás. Y encontramos el desafío de la esperanza en la visión de Dios para la humanidad, arraigada en el bien común y la sagrada dignidad de la persona humana. Porque sólo una visión así puede sanar nuestra sociedad que ahora está a la deriva”, enfatizó el nuevo arzobispo de Washington.
Al recordar el derrumbe de una mina de cobre de Copiapó en Chile, ocurrida en agosto de 2010, dijo que los 33 mineros nunca perdieron la esperanza, rezaban juntos en un pequeño espacio de capilla que ellos mismos habían levantado. Sus familiares hicieron lo mismo alrededor de la mina, iniciando una vigilia de oración perpetua que concluyó después 69 días al ser rescatados todos milagrosamente sanos y en buenas condiciones.
“Los mineros de Chile creyeron, en su momento de mayor necesidad, que Dios encontraría una manera de estar con ellos. Compartamos esa convicción en este momento mientras iniciamos nuestra peregrinación juntos en este Año Jubilar de Esperanza y gracia”, acotó el cardenal McElroy.
Agradecimientos
El cardenal Robert McElroy agradeció al papa Francisco por la confianza de designarlo como arzobispo de Washington y por haberle designado para seguir trabajando para atender las necesidades espirituales de todos los feligreses, en especial de los más pobres, marginados y abandonados: “Doy gracias al Santo Padre por su inspirador servicio pastoral a la Iglesia en todo el mundo y su monumental testimonio de fe en medio del sufrimiento humano”.
De igual modo agradeció al arzobispo Christophe Pierre, representante del Santo Padre en Estados Unidos, por sus consejos para desarrollar un mejor trabajo de evangelización y solidaridad permanente. También la colaboración de los obispos auxiliares Roy Edward Campbell, Juan Espósito y Evelio Menjívar para ayudarme a discernir qué camino debe seguir esta Iglesia local en los próximos años.
Tuvo palabras de reconocimiento y gratitud para su antecesor, el cardenal Wilton Gregory, así como para el cardenal Donald Wuerl, quienes han sido generosos en ayudarme a orientarme en los desafíos que me esperan en mi servicio como arzobispo de Washington.
Detalles
A la misa de instalación del cardenal Robert McElroy en la Basílica de la Inmaculada Concepción asistieron 9 cardenales, 80 arzobispo y obispos, 300 sacerdotes, 60 diáconos y más de 3 mil fieles. El acto religioso también fue transmitido en vivo.
Un significativo detalle: el nuevo arzobispo de Washington, en varios pasajes de la misa de instalación, habló en español y se dirigió a los fieles hispanos en su lengua materna.
