Llegó como inmigrante indocumentado a cruzar la frontera con una muda de ropa en su mochila y muchos sueños. El pasado19 de diciembre, el papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de Washington y su ordenación será el 21 de febrero de 2023.
"Me siento feliz. Es un reconocimiento al crecimiento de las vibrantes comunidades hispanas", dijo el primer obispo electo salvadoreño en Estados Unidos Evelio Menjívar-Ayala (52), quien -no lo soñaba ni lo esperaba- ha de encarar nuevas responsabilidades y retos en una Iglesia engrandecida por la comunidad de fe de origen hispano.
El obispo electo Menjívar piensa que "es necesario seguir fortaleciendo lo bueno que se ha hecho hasta ahora" en lo que se refiere al ministerio hispano; y hay que seguir apoyando la formación de líderes parroquiales porque -ellos- son los verdaderos agentes de evangelización en las comunidades.
"Los laicos bien formados pueden evangelizar -con el testimonio de vida- en los sectores donde los sacerdotes no pueden llegar, en los lugares de trabajo, las escuelas, universidades públicas y en los ambientes políticos", dijo en una entrevista con El Pregonero.
En su enfoque de la pastoral hispana, el obispo electo opina que es necesario mantener una pastoral de cercanía y de ternura: "La gente espera que seamos una iglesia cercana, que acoge, que escucha, que sana, que alimenta".
Lema: "Caminaba con ellos"
El obispo Evelio ha escogido como lema la frase "caminaba con ellos", tomada del evangelio de San Lucas, que muestra la hospitalidad al extranjero o al desconocido.
"La fe -explicó- es precisamente eso: caminar juntos. Vemos la hospitalidad en la eucaristía y en los convivios, donde Jesús mismo se hace presente. Para la comunidad hispana es una fiesta, un compartir, un caminar juntos. Entonces la gente se da el tiempo para reconocer al otro y compartir gozos y tristezas. Esa es la vivencia de fe que transforma vidas, es comunitaria y cristiana".
Menjívar dice que ese lema representa su vivencia de fe y se compromete a ser fiel a ella: "El nuevo obispo va a caminar con la gente, escucharles, acompañarles en las alegrías, tristezas, esperanzas y angustias".
Considera su nombramiento como "un reconocimiento que hace el Santo Padre a la labor ministerial realizada en comunidad en las parroquias donde he servido". Sirvió como diácono en Santa Catalina, como vicario en Mother Seton, San Bartolomé y la catedral de San Mateo. Fue párroco, por cuatro años, en la iglesia Nuestra Señora Reina de las Américas y desde el 2016 en Santa María (Landover Hills, MD).
Su historia
Evelio nació en 1970, en un hogar humilde, en el cantón rural Carasque, municipio de Nueva Trinidad, en Chalatenango, El Salvador. Sus padres, Catalina y Cándido Menjívar, eran agricultores con necesidades económicas. Él ha caminado con humildad como hombre de Dios y algunos parroquianos le han pedido que no olvide su origen y siga siendo así de humilde.
Evelio es el quinto de siete hijos. Perdió a una hermana al nacer y a su padre hace siete años. Contó que su madre sigue trabajando la tierra: "Es una mujer de fe, campesina, fuerte y sigue encontrando fortaleza y alegría en cultivar la tierra; y de ella he aprendido a amar el campo, la naturaleza, y a comprender que todo lo creado es sagrado porque viene de las manos de Dios".
El nuevo obispo recuerda que esa vida con simplicidad y la bendición de tener una familia unida les hacía feliz: "Aunque no lo teníamos todo, teníamos lo esencial para la verdadera felicidad: la fe en Dios y la familia".
Cuando el pequeño Evelio tenía 7 años se desencadena el conflicto armado en El Salvador. De esa época, le viene a la mente que "las comunidades eran abandonadas, ya que la gente huía dejándolo todo atrás".
Siendo niño vivió un momento impactante al saber que su primo de 13 años fue asesinado. En medio de esa violencia, la familia decide escapar de la zona de conflicto y mudarse a El Paraíso buscando seguridad. Recuerda que, al escapar, los soldados les disparaban. "Fue un momento en que sentí la presencia de Dios que salvó mi vida", confesó.
Recién a los 13 años es que pudo entrar al tercer grado y empezar así la educación formal. En el nuevo ambiente se integra a la Iglesia, participa en el grupo de jóvenes y sirve como catequista. Estaba tan comprometido que llegó a personificar a Cristo en un viacrucis.
Como una hermana vivía en Estados Unidos, el joven Evelio -acompañado por uno de sus hermanos- decide lanzarse a la odisea de cruzar la frontera. “Es difícil dejar atrás a la familia, pero es parte de hacerse camino”, dijo.
"Tuve que salir por falta de oportunidades económicas. Uno se da cuenta de que los sueños no se pueden realizar en tu país. Entonces, uno se lanza a lo desconocido con miedo y con la simple motivación de un sueño".
Fueron tres intentos. En el primer viaje terminó deportado de México a Guatemala. Un año después se da el segundo viaje, pero el coyote decide regresar de Guatemala a El Salvador. En el tercer intento estuvo encarcelado dos días en México y al salir inmediatamente continuó el camino por el desierto.
"Traía una mochila con una sola muda de ropa, pero estaba llena de sueños, de ilusiones que a veces no entendemos. Ese sueño es una luz que te guía y, aunque no comprendes el plan, te lanzas con confianza en Dios", dijo.
En el camino, oraba pidiendo protección, confiaba en las oraciones de su madre y la intercesión de la Virgen María. De hecho, su madre tenía velas encendidas permanentemente.
En 1990 llegó a Los Ángeles y trabajó como recepcionista de un bufete de abogados, luego en mantenimiento y en construcción. Sufrió la ansiedad de buscar empleo sin papeles y en 1992 llegó tras oportunidades laborales al área metropolitana de Washington, donde trabajó en limpieza de un local comercial y luego como pintor durante tres años.
"Esas experiencias me traen buenos recuerdos. Es que disfruto todo lo que hago", confiesa. Como inmigrante recién llegado, dio el paso de estudiar inglés y terminar la escuela secundaria para obtener un diploma de GED. La peor parte era extrañar su tierra y a su familia, que no pudo ver por siete años debido al estatus migratorio.
El llamado
La inquietud y el interés por ser sacerdote era constante, pero no se concretaba. Al fin y al cabo, "Dios es el dueño del tiempo y del destino", dice el obispo electo, quien como joven inmigrante buscaba refugio en la Iglesia Católica a la que veía como "un lugar de encuentro y para compartir".
Sintió el primer llamado siendo adolescente en la parroquia Cristo Rey de El Paraíso, en su tierra natal, bajo la orientación de las religiosas betlemitas. No se concretó. Lo volvió a sentir en el grupo parroquial de oración en Los Ángeles. No se concretó.
La tercera vez lo sintió en Maryland, en 1994, cuando el padre Julio Álvarez de San Marcos le guía para participar en un convivio con jóvenes hispanos. Recuerda que compartió con el cardenal James Hickey (fallecido), el obispo auxiliar Álvaro Corrada (retirado) y el director de vocaciones monseñor Mark Brennan, actual obispo de la Diócesis de Wheeling-Charleston (WV).
Allí comienza el camino de discernimiento vocacional de manera formal para Evelio Menjívar.
La participación en la vida parroquial en El Salvador le marcó mucho, pero admite que es "en el hogar donde se aprende a rezar, se adquieren y se viven los valores" y reconoce que lo inculcado en su casa le acompañó en la frontera y en el seminario.
La Arquidiócesis Católica Romana de Washington lo envía al seminario St. John Vianney en 1995 en Miami, donde mejoró su inglés, estudió filosofía y teología. Luego estudió en la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma y fue ordenado diácono en 2002 y sacerdote en 2004, iniciando un camino de acompañamiento de la comunidad hispana en seis parroquias.
"Tendré en mente no olvidar mis raíces, seguir caminando con los pobres, humildes e inmigrantes. Estoy al servicio de toda la arquidiócesis, no solo de los hispanos, y dispuesto a trabajar con otras comunidades étnicas", dijo.
Como obispo, quiere seguir conectado con la gente y sus necesidades, consciente del sentido de responsabilidad, fiel a ese encargo que el papa Francisco le ha hecho. "Para mí todo es un camino, en el cual Dios va marcando el paso", dice quien considera nuestra arquidiócesis rica, diversa, con muchos sacerdotes comprometidos que sirven al ministerio con integridad.
Su ceremonia de ordenación será el 21 de febrero en la catedral de San Mateo Apóstol (1725 Rhode Island Ave., NW, Washington DC).